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La tra­duc­ción de un tex­to que remem­o­ra la situación en la fron­tera bielor­rusa. Aquí, el no man’s land es un río, pero la men­tal­i­dad de los mil­itares y los traf­i­cantes de migrantes es idén­ti­ca, y el dinero y la fal­ta de humanidad con­for­man la esen­cia de la explotación de la mis­e­ria humana…


Muy a mi pesar, no con­seguí bor­rar la pre­ocu­pación de mi ros­tro cuan­do mis ojos se encon­traron con los de Dicle, que intenta­ba suje­tar nues­tras bol­sas cer­ca de ella, en el otro extremo de la embar­cación, una embar­cación más sucia inclu­so que las aguas del río que delimi­ta las fronteras.

En aquel momen­to no tuve ni tiem­po para pen­sar que el esfuer­zo era en vano. Así que aparté los ojos de Dicle y seguí pele­an­do con las dos otras per­sonas que se encon­tra­ban con noso­tras en el bar­co. Entonces vi que uno de los hom­bres camu­fla­dos que per­manecían en la oril­la, gri­ta­ba y ges­tic­u­la­ba a los que esta­ban en el bar­co, “arro­jad­la”. No era nece­sario cono­cer su idioma. Com­prendí que me iban a echar al agua. Poco antes, el dueño de esa mis­ma voz, inca­paz de sopor­tar que yo resistiese, mien­tras me gol­pea­ba los mus­los y la espal­da a cule­ta­zos, dijo en el idioma que yo mane­ja­ba “¡cier­ra el pico, la vas a pal­mar!”.

Toman­do impul­so, en una frac­ción de segun­do, agar­ré la mano del hom­bre de la bar­ca y el remo enmo­he­ci­do tras tan­to tiem­po en el agua, y lo golpeé en la cara. Por cul­pa de la sed, el ham­bre, el can­san­cio, la pre­ocu­pación y los golpes que habían caí­do sobre mi cuer­po poco antes, no con­seguí con­tro­lar el remo. Con el bal­anceo de la embar­cación, el segun­do hom­bre entró en páni­co. Inten­tó quitarme el remo de las manos y arro­jarme al fin al río.

Durante el bal­anceo Dicle estu­vo a pun­to de caer por la bor­da, se esforzó en ayu­darme, pero no lo con­sigu­ió. El hom­bre a quien había ases­ta­do un golpe en la cara se recom­pu­so. Mi resisten­cia se vino aba­jo. Él recu­peró el equi­lib­rio y logró echarme al agua. Pero el remo seguía en mi mano.

Sirvién­dome del remo que seguía flotan­do con­seguí lle­gar a la oril­la de enfrente. La bar­ca se me acer­có, dos manos hicieron pre­sión sobre mi cabeza y me sumergieron en el río. El remo volvió a ser suyo.

No sabía si el agua entra­ba en mis pul­mones, en mi nar­iz o en mi boca, pero el río fan­goso me esta­ba tra­gan­do. ¿Cómo se brace­a­ba? Todo lo que sabía se esfumó. La voz que había dicho “cál­late, vas a morir” seguía sonan­do en mis oídos. Mien­tras iba y venía entre la super­fi­cie y el fon­do del agua, me apare­ció la ima­gen de dos niños.
“¡Mamá no te rindas!” chillaban.

¿Qué hacen ellos? El río me tra­ga, me deba­to. Los niños siguen gritando,
“¡Mamá, no, ¡no te vayas! ¡Ponte de espal­das, de espaldas!”

¿Qué hacen aquí? ¿Qué edad tienen? Me acuesto de espal­das, en bra­zos del agua. ¿Dónde están los bra­zos de mi madre? Ella se enfadará tan­to cuan­do el río me devore. Seré el ter­cer hijo que desa­parece. ¡Y enci­ma sin tum­ba, como mi her­mano! ¿Cuán­tas veces he vivi­do esta sen­sación? La de aho­ra debe de ser la última.

Mi cabel­lo acer­ca el susurro del río has­ta mis oídos, mien­tras las alas del sol me miran a los ojos, sol­lozan­do. ¿A dónde me lle­va este río? ¿Acabará el Mar­it­sa en el mar, o me arras­trará has­ta el lodazal? Cuan­do cer­ré los ojos y me dejé lle­var escuchan­do el susurro del río, los niños seguían gritando.
“!Ven­ga mamá, gol­pea el agua con los pies !” 

Mis pier­nas, aplas­tadas por los cule­ta­zos y las por­ras, han absorbido el bar­ro del río, como espon­jas. ¿Cómo ten­go que mover los pies? Y el río está deci­di­do en tra­garme. Me estoy yen­do, o me que­do, no lo sé. ¿Se mueven mis pies? Tam­poco lo sé. Mi cabel­lo lle­va la voz del agua has­ta mis oídos.
“¡Ven­ga, ven hacia mí!” 

Estoy a pun­to de entre­garme al rumor del río cuan­do una voz de mujer me encuentra.
“¡Dame la mano, rápido!”

El río me suje­ta por el pelo, la mujer por las manos. Las manos del río y las de la mujer son tan difer­entes. Cuan­do mi cuer­po gol­pea las piedras de la oril­la, me doy cuen­ta de que estoy viva.

¿Pero cómo? Sigo sin poder res­pi­rar. Cada célu­la de mis pul­mones ha aspi­ra­do el agua sucia del río. Cier­ro mis dos manos en un puño, hago pre­sión sobre el estó­ma­go, sobre el diafrag­ma, varias veces. El agua sucia me sale por la boca, por la nar­iz, con ataques de tos que me provo­can náuse­as, pero a medi­da que mi res­piración se va liberan­do, regre­so a la vida.

¿Todo esto ha dura­do unos min­u­tos, o sig­los? La ver­dad, eso no impor­ta, estoy viva. Al entre­garme a la piel de la tier­ra, cru­zo la mira­da de una mujer. Es Dicle. ¡Está viva! Mien­tras el sol acari­cia mi cuer­po empa­pa­do, le son­rió. Me ilu­mi­na el ros­tro. Mi son­risa es dolorosa, pero dichosa al saberme viva. Son­río, esta­mos vivas.

Muy cer­ca, el eco de los dis­paros, en la otra oril­la de la fron­tera, sonidos de coches que se ale­jan a toda prisa. El ladri­do de per­ros que se acer­can. Si Lili estu­viese aquí, maullaría de miedo, se escon­dería entre mis piernas.

Dicle me suje­ta la mano, y en la otra mano, lle­va ropa lig­era­mente húme­da, pero no embar­ra­da. Estas manos, las de Dicle, tan difer­entes de las del río que me arras­tra­ban has­ta las profundidades…

Mer­al Şimşek


Meral Şimşek

Meral Şimşek
Autora kurda, nacida en 1980 en Diyarbakır. Su obra literaria está compuesta de poemas, novelas y cuentos. Trabaja como editora en revistas y editoriales, escribe letras y compone canciones.
Es miembro del PEN kurdo, de la Asociación Literaria Kurda (Kürt Edebiyatçılar Derneği) y de la Asociación de Escritores Kurdos de Mesopotamia (Mezopotamya Yazarlar Derneği).
Meral Şimşek fue procesada y condenada por sus escritos, centrados en la realidad social. Algunos de sus juicios siguen abiertos.
Ha publicado tres poemarios (Mülteci Düşler, Ateşe Bulut Yağdıran, İncir Karası) y una novela (Nar Lekesi). Sus escritos han sido traducidos a varios idiomas y ha recibido premios en varias ocasiones: En Irak, en 2016, el segundo premio y en 2017 el primer premio de poesía Deniz Fırat. En 2017, el III Premio de Poesía Yaşar Kemal, en 2018, el Premio al Mejor Escritor/Poeta de Diyarbakır “del galardón Altın Toprak”, en 2020, el primer premio de la Federación de Sindicatos Alevíes de Alemania (AABF) por sus relatos cortos. La selección de Comma Press en Inglaterra, 2020. Y en 2021, el premio de las letras, Hacı Bektaş‑i Veli, otorgado por la UNESCO — AABF/KSK. También en Alemania, el primer premio de cuentos Dersim Gemeinde e V.Köln (La masacre de Dersim).

Traducido del francés por Maite
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