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Mien­tras se inten­si­fi­ca la mov­i­lización estu­di­antil frente al poder de Erdoğan, tras más de 700 deten­ciones en cír­cu­los pro kur­dos, los escritores Joseph Andras y Kaoutar Harchi nos hablan de Nûdem Durak, en prisión des­de hace seis años por …can­tar.

Con­tra la pared. “La nieve cae en nues­tras mon­tañas / Nues­tras mon­tañas se tor­nan blan­cas”. La voz que pro­nun­cia estas pal­abras es dulce y cert­era. Oscila entre algu­nas notas graves y otras más agu­das. La voz se detiene en una síla­ba, se pre­cipi­ta en la sigu­iente, segu­ra de cada gesto de inflex­ión, de cada esfuer­zo de con­tención. De la ampli­tud de la res­piración surge la melodía: se van entre­lazan­do sonidos libres, abrién­dose paso has­ta lle­gar a nosotros. Has­ta alcanzarnos.

Pero si Nûdem no can­ta, no hay canción.

Nûdem Durak, recordé­mosla, frágil y espi­ga­da, deam­bu­la­ba por las calles de su pueblo, en el sureste de Turquía. Su madre, su padre, esta­ban allí, apoy­a­dos en el mar­co de la puer­ta de la mod­es­ta vivien­da famil­iar. Veían acer­carse a Nûdem, y sus cora­zones, no hay duda, se acel­er­a­ban: su hija no tar­daría en salu­dar­les, en besar­les y estrecharles en sus bra­zos. Después, atrav­es­aría el umbral de la casa, se insta­laría en el cen­tro de la estancia prin­ci­pal, en el sue­lo conc­re­ta­mente y atra­pan­do su gui­tar­ra, añadiría músi­ca al gozo de saberse juntos.

Una sen­cil­la gui­tar­ra de madera clara que durante mucho tiem­po Nûdem pen­só que jamás podría per­mitírsela. Qué cara es una gui­tar­ra, ¿ver­dad? Por no hablar de su madre, que al percibir en su hija un estí­mu­lo cre­ati­vo tenaz, vendió una mañana su propia alian­za. A par­tir de aquel momen­to, con la gui­tar­ra bajo el bra­zo, no cesó de can­tar. Nûdem subió a un esce­nario. Fundó su grupo de músi­ca, Koma Sorxwin. Nûdem trans­mi­tió la músi­ca tradi­cional de su pueblo a los jóvenes estu­di­antes de un cen­tro cul­tur­al. Nûdem comen­zó a preparar un disco.

A su alrede­dor se reunieron jóvenes, mujeres y hom­bres dis­puestos a can­tar con una sola voz la belleza de las mon­tañas blan­queadas por el invier­no. Can­tar la tier­ra, su memo­ria ances­tral y mag­ul­la­da por la His­to­ria. Can­tar la san­gre der­ra­ma­da de todxs aque­l­lxs que han con­fi­a­do en estas mon­tañas, en esta tier­ra, en que los kur­dos puedan lib­er­arse un día del yugo de los respec­tivos gob­ier­nos turcos.

Fes­te­jamos la paz / No lloréis, mi gente / Aunque me metan en la cár­cel / Este es nue­stro ver­dadero col­or”. Esto es lo que canta­ba Nûdem antes de que la detu­viesen. Encer­ra­da des­de hace seis años, Nûdem, por can­tar y apo­yar, sin más arma que su voz, la resisten­cia, la lucha, la igual­dad entre sex­os y la jus­ti­cia social. Es decir, en pal­abras del poder, el “ter­ror­is­mo”. Pero en eso recono­ce­mos pre­cisa­mente al poder: empuña el alfa­beto y lo pone patas arri­ba: pron­to, el poder dec­re­tará que es de noche cuan­do ante nue­stros ojos se apague el día –y entonces la con­tem­plare­mos, la noche.

Nûdem ha inten­ta­do man­ten­er viva nues­tra lengua. En Cizre 1todo el mun­do la quiere. Es un fenó­meno aquí, nos con­ta­ba su her­mano Fird­e­vs en 2015. Hubiese podi­do ir a Europa y a otros país­es, pero no quería aban­donar el Kurdistán.”

Es decir, seis años. Seis años ya. De diecin­ueve –ya que su con­de­na aca­ba en 2034. Algo muy banal, en la Turquía de Erdo­gan: Nûdem Durak es sola­mente una cau­ti­va, entre tan­tos otros. Ten­dríamos que hablar de cada uno, de cada una, dele­trear sus nom­bres de uno en uno, relatar cada his­to­ria al detalle, describir famil­ias enteras: no deberíamos some­ter a ningún con­de­na­do a la oscuri­dad en la que está ya envuel­to. Puede suced­er que un indi­vid­uo, de pron­to en el pun­to de mira, nos per­mi­ta per­catarnos de lo que sucede al con­jun­to: las lis­tas ponen de man­i­fiesto la dic­tadu­ra, pero no con­siguen alcan­zar los cora­zones. Es decir, des­per­tar los cuer­pos. Por lo tan­to, pro­nun­ciemos Nûdem Durak para nom­brar en un mis­mo impul­so a todxs los detenidos: el escritor Ahmet Altan, el peri­odista Ned­im Tür­fent, la otro­ra elec­ta Ley­la Güven, lxs mil­i­tantes de HDP, lxs estu­di­antes homo­sex­u­ales o inclu­so los diri­gentes políti­cos Sela­hat­tin Demir­taş y Abdul­lah Öcalan. Dig­amos Nûdem Durak para referirnos al “gri­to de las pri­siones” que evo­ca la sociólo­ga fem­i­nista en exilio Pınar Selek: el de cien­tos de miles de pri­sioneros políti­cos en Turquía y en el resto del mundo.

En la actu­al­i­dad, Nûdem se encuen­tra en una cel­da de la ciu­dad de Bay­burt, no lejos del mar Negro. Cuen­ta los meses y los años en com­pañía de sus cama­radas. De ellas, no sabe­mos nada –así que a veces nos imag­i­namos sus char­las, sus enfa­dos y sus car­ca­jadas. Las que han sido pues­tas en lib­er­tad nos cuen­tan, todas, cómo es ella: su fuerza. El per­son­al de la cár­cel ha roto su gui­tar­ra, pero la joven lee, escribe y can­ta: “Nûdem se ve oblig­a­da a afer­rarse a la vida porque tiene sueños por realizar. Nos dice que está muy cansa­da, pero que debe lucha”, nos cuen­ta su her­mano. Antes de añadir: “Mien­tras el gob­ier­no siga en pie, parece com­pli­ca­do que pue­da salir antes ya que no hay jus­ti­cia, ni hon­or. Los jue­ces son corruptos.”

En estos momen­tos, mien­tras el rég­i­men tur­co hace un lla­mamien­to a “la nor­mal­ización” de las rela­ciones con su homól­o­go francés, la juven­tud de Estam­bul se man­i­fi­es­ta espetan­do al poder y a su policía: “¡No bajare­mos la mirada!”

Está claro que algunos dirán una y otra vez que este no es asun­to nue­stro. Un informe del min­is­te­rio de las Fuerzas Armadas señala que entre 2009 y 2019 los indus­tri­ales france­ses reci­bieron de Turquía el equiv­a­lente a 594,5 mil­lones de euros en pedi­dos de mate­r­i­al mil­i­tar. Como ciu­dadanos france­ses, nos vemos por lo tan­to forza­dos; en cal­i­dad de inter­na­cional­is­tas, no reneg­amos de las naciones, pero sabe­mos que nada les otor­ga el dere­cho a ahog­ar la voz de los justos.

Alcemos nue­stros fríos cuer­pos del sue­lo / En el seno de la tier­ra roja / Seamos el eco del can­to de nues­tras madre s/ Libres como can­ciones”, nos escribe la pri­sion­era kur­da en una hoja de papel. Lleve­mos esta lib­er­tad fuera de los muros.

Joseph Andras y Kaoutar Harchi

Nûdem Durak LibertéCam­paña inter­na­cional “Free Nûdem Durak”
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Traducido por Maite.
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