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Así que, cua­tro tim­bres postales extran­jeros y dos sel­l­os. Su nom­bre, escrito en el ángu­lo supe­ri­or izquier­do del sobre; deba­jo, la direc­ción de la cár­cel (maldito apel­a­ti­vo); den­tro, una hoja blan­ca raya­da, oscure­ci­da por com­ple­to con pal­abras tur­cas. La escrit­u­ra, cir­cu­lar, se incli­na lig­era­mente hacia la derecha. Por deba­jo de su fir­ma un sel­lo cer­ti­fi­ca que la misi­va ha sido someti­da a los habit­uales con­troles admin­is­tra­tivos (por un instante imag­iné a un tío en su ofic­i­na, una pila de car­tas a su lado, una sali­ta de tabiques modestos, una ban­dera colo­ca­da en algún lugar – o bien el retra­to del déspota que está con­ven­ci­do tiene por pres­i­dente, a no ser que lo haga exclu­si­va­mente por ganarse el pan). Una cama­ra­da me ha tra­duci­do con celeri­dad la car­ta de Nûdem Durak.

En mar­zo de 2019 escribí sobre ella, ya por aquel entonces, en esta colum­na:El can­to enjaula­do. La joven, naci­da en enero de 1988, fue con­de­na­da a diecin­ueve años de reclusión. Moti­vo ofi­cial: perte­nen­cia a orga­ni­zación ter­ror­ista; moti­vo real: ser kur­da y can­tar el com­bate sec­u­lar de su pueblo. En aquel momen­to se encon­tra­ba en una cel­da de ais­lamien­to por haber comu­ni­ca­do a su madre, por telé­fono, que apoy­a­ba las huel­gas de ham­bre que, por miles, tenían lugar en las maz­mor­ras tur­cas, y más tarde en la diás­po­ra en todo el mun­do, con el propósi­to de denun­ciar el ais­lamien­to al que esta­ba someti­do Abdul­lah Öcalan, líder de la causa rev­olu­cionar­ia kur­da, en la isla prisión de Imrali. Huel­gas que de hecho no solo sostenía: par­tic­i­pa­ba en ellas. La con­ver­sación se vio inter­rump­i­da de repente. Un año antes, a la can­tante le cayó una san­ción dis­ci­pli­nar – la sus­pen­sión del rég­i­men de vis­i­tas durante tres meses – por haber protes­ta­do con­tra la obligación de lle­var uni­forme y la pro­hibi­ción de cier­tas activi­dades denom­i­nadas “de ocio”. En Turquía, ya se sabe, ya no se cuen­tan los reclu­sos. Las novedades sobre Nûdem Durak, así como las de otras her­manas y her­manos en condi­ciones sim­i­lares, son poco fre­cuentes. A veces lle­gan de Ale­ma­nia; de Fran­cia, como quien dice, casi nunca.

Pero esta car­ta, tras meses de espera en los que no he podi­do evi­tar temer lo que fuese a rev­e­larme: su situación carce­lar­ia o san­i­taria; la cen­sura; su rec­ha­zo, legí­ti­mo por supuesto, a man­ten­er cor­re­spon­den­cia; los capri­chos del ser­vi­cio postal. Me cuen­ta que se aden­tra en su sex­to año de deten­ción, todo por haber can­ta­do; lee, escribe, dibu­ja; no retro­ced­erá y no renun­cia­rá en abso­lu­to a su músi­ca. “Lo esen­cial no es que el cuer­po esté cau­ti­vo, sino que el pen­samien­to y el espíritu sean libres. Si con­si­go trans­portar­los has­ta ti, hacia el exte­ri­or, eso sig­nifi­ca que estoy libre.”

Había inten­ta­do pon­erme en con­tac­to con su her­mano may­or, en el exte­ri­or; y fue así como, aven­tu­ran­do unas fras­es en tur­co gra­cias a las tra­duc­ciones y dic­cionar­ios online, el intere­sa­do me respondió bási­ca­mente que: su her­mana pequeña está enfer­ma y vis­i­tar­la a menudo resul­ta prác­ti­ca­mente imposi­ble. De hecho: algo así como doce horas de camino sep­a­ran la cár­cel de Bay­burt, ciu­dad y provin­cia del mis­mo nom­bre, del modesto domi­cilio parental, en Cizre, al sur del país.

Otras car­tas salieron posteriormente.

Gra­cias a la ayu­da de la cofun­dado­ra de la revista Kedis­tan, fran­co-tur­ca y nati­va de Turquía, hemos podi­do man­ten­er una larga con­ver­sación con su her­mano en mar­zo de 2020. “Tal y como sucede con todos los kur­dos que detienen, le colo­can una eti­que­ta absur­da – la de perte­nen­cia a orga­ni­zación ile­gal de pro­pa­gan­da –. Es la que han endosa­do a Nûdem. En real­i­dad, es una artista del pueblo. Es una pri­sion­era políti­ca.” Le rompieron la gui­tar­ra, lo debí escribir. Tam­bién los lápices. Sus libros y los de sus com­pañeras de cel­da fueron req­ui­sa­dos durante las huel­gas. “A con­se­cuen­cia de todo eso Nûdem padece un desán­i­mo con­tin­uo. Debido al stress, su salud se ha degrada­do deprisa. Se ha puesto enfer­ma. Sufre de insu­fi­cien­cia tiroidea. A pesar de los sín­tomas – adel­gaza­mien­to, fati­ga, asma –, la direc­ción de la cár­cel no la ha autor­iza­do a ir al hos­pi­tal para con­sul­tar a un médi­co.” Al final, han recon­sid­er­a­do su pos­tu­ra; Nûdem dispone aho­ra de un tratamien­to. “Pero todavía no ha podi­do recoger­lo.” Su her­mano nos dice que ha con­trata­do un nue­vo abo­ga­do. Este aspi­ra a reabrir el caso – no diré nada más aquí.

Nos ha trans­mi­ti­do alrede­dor de cin­cuen­ta pági­nas man­u­scritas, escritas en lengua kur­da. Poe­mas de pre­sidio estruc­turadas a modo de recopi­lación, Awazên Jida Azad (Voces de mujeres libres). Sig­nifi­ca que Nûdem Durak desea pub­licar un libro, algún día. Tam­bién he tenido conocimien­to de las tra­duc­ciones de los tex­tos de Nûdem en Özgür Gün­dem — Cár­cel, diario man­u­scrito crea­do den­tro de la cár­cel. Uno de ellos despun­ta como una defen­sa breve y defin­i­ti­va de la ecología: denun­cia la destruc­ción de los seres vivos por parte de la civ­i­lización indi­vid­u­al­ista, tec­no-indus­tri­al y estatal– y al mis­mo tiem­po se alza con­tra las “odiosas ten­ta­ti­vas de exter­mi­nación del pueblo kur­do”.

Catorce años más, no es posi­ble, pero.

Pocas horas antes de su muerte, Pasoli­ni declar­a­ba en una entre­vista: “apor­re­an­do siem­pre el mis­mo cla­vo, podemos hac­er que una casa se der­rumbe”.
Así que a aporrear.

Joseph Andras

 


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joseph andras
Joseph Andras, escritor. Publicó su primera novela en 2016, “De nuestros hermanos heridos”, dedicada a Fernand Iveton, obrero pied noir e independentista. Esta obra le valió el Premio Goncourt, galardón que rechazó. En Mayo de 2017 publicó junto a D’ de Kabal un libro- disco titulado “Solo queda un perro”, poema sobre el puerto de le Havre. A principios de 2018 pasó dos meses en Chiapas. En Septiembre de 2018 publicó “Kanaky, Tras las huellas de Alphonse Dianou”: una investigación sobre un militante del FLNKS asesinado en 1988. En Abril de 2017 firmó una tribuna denunciando la encarcelación de periodistas en Turquía. El pasado 25 de Marzo publicó esta crónica sobre la cantante kurda Nûdem Durak en L’Humanité.

Traducido por Maite
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