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Durante las jor­nadas orga­ni­zadas por la Feria del libro Lit­er­al de Barcelona, ded­i­cadas a las “Ideas y libros rad­i­cales para cam­biar el mun­do”, Pınar Selek pre­sen­tará su ensayo La más­cara de la ver­dad.  La cita será online este 20 de mayo en radiomay.com.

Pub­li­camos a con­tin­uación el pról­o­go fir­ma­do por Alex­is Papaz­ian, his­to­ri­ador y miem­bro de la Fun­dación argenti­na Luisa Haraibedi­an y el epíl­o­go, obra del colec­ti­vo CHARJOUM.

Agrade­ce­mos a lxs autorxs  y a la edi­to­r­i­al La Libélu­la Verde por per­mi­tirnos pub­licar estos dos tex­tos en nues­tra revista. Podéis adquirir el libro en vues­tra libr­ería ami­ga o direc­ta­mente en: www.traficantes.net

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PRÓLOGO

¿Quiénes somos en ver­dad? Esta pre­gun­ta bien puede resumir el her­moso libro que tiene ust­ed en sus manos.
¿Cuántas iden­ti­dades pueden ser parte de un mis­mo cuer­po? ¿Cuántas máscaras verdaderas?
¿Cómo nos afectan, en el pre­sente-futuro, nues­tras his­to­rias pretéritas?
.….….….O mejor dicho
¿Qué tan nues­tras son las his­to­rias de nues­tras familias?

La diáspora arme­nia tiene esas pre­gun­tas y muchas más… y Pınar Selek a través de su escrit­u­ra sen­cil­la y pro­fun­da vuelve a pre­gun­tarnos ¿quiénes somos? ¿qué ha sido de los arme­nios? ¿qué máscaras ha con­stru­i­do el Esta­do tur­co para negar­nos y negarse a sí mismo?

Pınar Selek parte de un imag­i­nario tra­ba­jo esco­lar. En él, un niño o una niña tur­ca sen­ten­cia: “¿Y qué ha sido de los arme­nios? Lle­va­dos por el vien­to, engul­li­dos por las aguas”. Comien­za aquí un rela­to ten­so, sin­cero y her­moso, donde la cuer­da nar­ra­ti­va encuen­tra las fisuras que nos unen a Turquía. Creo haber enten­di­do que esas fisuras son puentes, vaso-comu­ni­cantes, pliegues que nos conectan, no sólo con el pasa­do arme­nio; sino con el pasa­do armenio-turco-griego-kurdo.…

Escri­bo como parte de esa diáspora arme­nia, lle­va­da por el vien­to, engul­l­i­da por las aguas… Escri­bo des­de Buenos Aires, Argenti­na, sin una pretensión rep­re­sen­ta­ti­va amplia. Escri­bo para descifrar las capas finas que este escrito me dejó.

Pınar Selek la mascara de la verdad PinarEl tra­ba­jo de Pınar es una pequeña obra de arte… es una lec­tura que nos per­mite pen­sar más allá de las máscaras y eso es cen­tral para com­pren­der el val­or del texto.

Me gustaría cen­trar estas breves líneas en pen­sar las for­mas iden­ti­tarias que se vis­i­bi­lizan o invis­i­bi­lizan depen­di­en­do el con­tex­to histórico y las expe­ri­en­cias y trayec­to­rias per­son­ales que a cada uno atraviesa.

Par­ti­mos de una iden­ti­dad en diáspora, y por lo tan­to múltiple. Una iden­ti­dad arme­nia que se encuen­tra y reen­cuen­tra de for­ma repet­i­ti­va a par­tir de un even­to trágico: el Geno­cidio Arme­nio (eso que aún se nie­ga e invis­i­bi­liza), pero que excede al geno­cidio para ser lengua, escrit­u­ra, religión, dan­zas, música, arte, comi­das y lit­er­atu­ra; una iden­ti­dad con sitios de proce­den­cias muy lejanas de nue­stro devenir cotid­i­ano. Mitos de ori­gen, pero todo mito, nos mov­i­liza. De ahí la armenidad como una suma de astil­las de un mis­mo árbol o mejor aún, de un mis­mo bosque al cual se le han suma­do nuevas “astil­las”, nuevas iden­ti­dades; argenti­na, france­sa, cana­di­ense, brasileña, rusa, norteam­er­i­cana, libane­sa y así sucesivamente…

Entonces, ¿dónde están los arme­nios? Una respues­ta rápida, nos per­mite “pen­sarnos” en todas partes… conec­ta­dos por una red en diáspora, pre­sente, viva, móvil. También conec­ta­dos con un Esta­do (la República de Arme­nia) que, a la man­era de un espe­jo roto nos refle­ja de for­ma frag­men­taria, defor­man­do nues­tras iden­ti­dades y redefiniéndolas en función de nues­tra cercanía o lejanía a una noción imper­fec­ta de “nación”… La diáspora (mi sen­ti­do de diáspora) escapa… ¿y dónde más están los arme­nios? En un lugar tan ilu­mi­na­do que nos cie­ga, pues los arme­nios (también) están ahí, en Turquía, de donde nun­ca se fueron.

Me atre­vo aquí a un breve rela­to autorreferencial.
Hace unos años vis­ité Estam­bul. En esa ciu­dad frenética y con­tra­dic­to­ria bro­taron una serie de recuer­dos de mi infan­cia. Aro­mas que me retrotraían a pari­entes y ami­gos que ya no están. Jue­gos que me trans­portaron a risas y a una sutil sensación de estar en casa. Café, té, comi­das, taba­co, caras… caras arme­nias en Estam­bul. Recuer­dos que se acti­varon a miles de kilómetros de Buenos Aires. Cono­cer Estam­bul fue cono­cer a his­to­ri­adores tur­cos que inves­ti­gan el Geno­cidio, fue com­pren­der algo que excede lo arme­nio… fue un pliegue con­cre­to, real, una conexión armenio-turca-griega-kurda…

Creo en la memo­ria emo­ti­va como fac­tor de iden­ti­dad, pues esa memo­ria evo­ca mucho más que un sim­ple recuerdo.

Como dice Pınar Selek en su bel­lo tex­to, “… para un arme­nio resulta­ba difícil ser feliz en Turquía.” y esa infe­li­ci­dad está enraiza­da en ser algo que no se puede ser
Entonces, nos quieren hac­er decir que,
.….….….No se puede ser arme­nio en Turquía. No se puede ser musulmán en Israel.
No se puede ser lati­no en Esta­dos Unidos. No se puede ser africano en las europas…
.….….….No se puede ser de izquier­das en tan­tas partes…
No se puede ser mujer, fem­i­nista, trans, gay, les­biana, “raro”…,
.….….….sin embar­go, se es.
.….….…..….….….Por suerte, se es.

En Buenos Aires, Argenti­na, también hay cosas que no se pueden ser… y el libro de Pinar nos ayu­da a romper con esas prohibiciones.

Alex­is Papazian
Buenos Aires. Agos­to de 2019.


EPÍLOGO

El 24 de Abril de 1915, durante la Primera Guer­ra Mundi­al, la cúpula may­or del Esta­do tur­co decidió arrestar, depor­tar y pos­te­ri­or­mente eje­cu­tar a más de 600 int­elec­tuales, artis­tas y mil­i­tantes arme­nios de Con­stan­tino­pla. Esta fecha sim­boliza el ini­cio del geno­cidio arme­nio. En real­i­dad la ten­ta­ti­va de exter­minio de esta comu­nidad comen­zó décadas atrás.

El geno­cidio no es solo una de las may­ores atro­ci­dades oca­sion­adas por la humanidad, es ante todo un crimen. Un crimen que per­sigue destru­ir a una parte o al con­jun­to de una población, debido a la especi­fi­ci­dad de la mis­ma. Los aniquilaron por ser arme­nios. Entre 1915 y 1923 desa­parecieron más de un millón y medio de armenios.

Este crimen, que parece fru­to de un arreba­to homi­ci­da, fue sin embar­go cal­cu­la­do. Todo geno­cidio se sus­ten­ta en una línea política: se diseña, se racional­iza, se prepara. El Esta­do se embar­ca con todas sus fuerzas en un proyec­to crim­i­nal asis­ti­do por sus órganos, sus fun­cionar­ios y su sis­tema jurídico. El Geno­cidio arme­nio es la culminación de la política dis­crim­i­na­to­ria y racista de la que fueron víctima los arme­nios y otras minorías de Turquía. Empezaron por excluir­los pro­gre­si­va­mente de la sociedad, después los deshu­manizaron y por último los exterminaron.

El par­tido “Jóvenes tur­cos” construía un Esta­do mod­er­no, étnicamente homogéneo, sin cabi­da para esas comu­nidades que, con su sola exis­ten­cia, con­trari­a­ban los esque­mas de los nacional­is­tas. El plan de exter­minio estable­ció las bases de la Turquía contemporánea, frac­tura­da por la resurrección de un pasa­do crim­i­nal y la opresión actu­al de quienes se opo­nen al Esta­do y anhelan jus­ti­cia y libertad.

Se pien­sa a menudo que el geno­cidio sig­nifi­ca la desaparición física de un pueblo, pero se tra­ta también de la destrucción de una cul­tura, un idioma, una his­to­ria y de todo su esplen­dor. Los arme­nios daban vida a ciu­dades, llanos y montañas de para­jes de Asia Menor que hab­it­a­ban des­de hacía milenios.

En la actu­al­i­dad el más ínfimo ves­ti­gio de su pres­en­cia ha sido aniquila­do inten­cionada­mente, como dicien­do: aquí no hay nada, nun­ca hubo nada. El Esta­do tur­co, respon­s­able de los crímenes per­pe­tra­dos, ha con­tin­u­a­do su campaña de destrucción del pueblo arme­nio medi­ante el establec­imien­to de una política nega­cionista de gran mag­ni­tud. Las dis­crim­i­na­ciones y el racis­mo pre­vio al geno­cidio adop­tan en la actu­al­i­dad otras for­mas. Aun hoy, los nietos y bis­ni­etos del geno­cidio res­i­dentes en Turquía se ven abo­ca­dos al silen­cio por el mero hecho de ser armenios.

En 2015 se remem­o­ró el cen­te­nario del geno­cidio arme­nio, lo que supu­so un inten­so peri­o­do de con­mem­o­ra­ciones para la comu­nidad arme­nia a lo largo y ancho del mun­do. Pero sig­nifi­có también el retorno de las voces que recla­man reparación para el pueblo armenio.

Esta lucha, con la mira­da pues­ta en el futuro, se sol­i­dariza, como no podía ser de otro modo, con todos los pueb­los y gru­pos dis­crim­i­na­dos que resisten toda for­ma de dominación, ya sea cul­tur­al, social, política, mil­i­tar, reli­giosa o de cualquier otra índole; con­tra sis­temas opre­sores con­stru­i­dos por enti­dades autocráticas, oli­gar­cas, de explotación cap­i­tal­ista o imperialista.

El pueblo arme­nio sigue for­jan­do su camino. Entre exilio, deses­per­an­za, lucha y resisten­cia, su rela­to es el de un pueblo erigi­do por aque­l­las y aque­l­los que rec­haz­an some­terse y que per­se­ver­an en su com­bate por exi­s­tir y obten­er justicia.

CHARJOUM


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