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Moira Mil­lán es una de las lid­eres de la lucha por la tier­ra y la lib­er­tad des pueblo mapuche. Es una de las prin­ci­pales rep­re­sen­tantes del movimien­to de mujeres mapuch­es. Pro­tec­toras de la nat­u­raleza y de la resisten­cia históri­ca con­tra los Incas y los colonos españoles, los mapuch­es son un “pueblo indí­ge­na” del con­ti­nente sudamer­i­cano. Su pres­en­cia en estas tier­ras se remon­ta a var­ios miles de años, pero su legit­im­i­dad está sien­do cues­tion­a­da por los gob­ier­nos de Chile y Argenti­na, cau­san­do masacres y reubi­ca­ciones masivas.

Recien­te­mente Moira y sus ami­gas y ami­gos hicieron un lla­mamien­to solic­i­tan­do apoyo, tal y como infor­mar­mos des­de Kedis­tan.


Los académicos, intelectuales, y referentes sociales manifiestan su apoyo al movimiento de mujeres indígenas por el Buen Vivir, en su caminata “Basta de Terricidio”

symbole mapuche

Manifiesto por el Buen Vivir

El emergente social hoy es la tierra y nosotras somos voceras de su dolor.
No puede haber Buen Vivir sin Justicia. 

Movimien­to de Mujeres Indí­ge­nas por el Buen Vivir

La memoria y las cosas

Améri­ca Lati­na, África y Asia con­fig­u­ran una tri­con­ti­nen­tal atrav­es­a­da históri­ca­mente ‑y en el pre­sente tam­bién- por el dra­ma del colo­nial­is­mo. Esta cat­e­goría teóri­ca ‑con pro­fun­das impli­can­cias en la vida de los pueb­los- podemos imag­i­narla como la geografía impacta­da por la his­to­ria. Teoría y prax­is que cruzan­do his­to­ria y geografía que impli­caron dis­tin­tas for­mas de epis­temi­cidio, geno­cidio, eco­cidio, cul­tu­ri­cidio, fem­i­ni­cidio que áun los Esta­do-naciones en su fase repub­li­cana y democráti­ca no han queri­do ni deci­di­do dec­li­nar. Las sociedades con sus silen­cios han habil­i­ta­do que siga aconteciendo.

El colo­nial­is­mo ‑aunque, aca­so, más per­ti­nente sería decir esta pal­abra en plur­al- deter­minó la pér­di­da de expe­ri­en­cias vitales y cog­ni­ti­vas de una enorme can­ti­dad de pueb­los. Esto es: la destruc­ción de sus conocimien­tos pro­pios y de por­ciones alta­mente sig­ni­fica­ti­vas de su población. Y el pro­pio siglo XXI lati­noamer­i­cano (y, más en lo especí­fi­co, indoamer­i­cano) se rige aún sobre la base de un colo­nial­is­mo acti­vo en las men­tal­i­dades y sub­je­tivi­dades, en las cul­turas y en las epis­te­mologías que se sin­te­ti­zan en la may­oría de los Esta­dos que con­fig­u­ran nue­stro con­ti­nente, y que nos pri­van de acced­er a saberes que deberían hoy estar dialo­gan­do con los hegemóni­cos en la búsque­da de solu­ciones a los prob­le­mas que enfrentamos.

Cuan­do dec­i­mos colo­nial­is­mo, nos refe­r­i­mos a una for­ma­ción social sin­gu­lar defini­da por la invasión extran­jera de una población nati­va oblig­a­da a la fuerza a una super­ex­plotación lab­o­ral, dom­i­nación políti­ca y opre­sión social. Pese a esta defini­ción gen­er­al, se pre­cisan dis­tin­ciones para con­tex­tu­alizar “lo colo­nial”, macro­cat­e­goría integra­da por al menos dos sub­unidades: col­o­nización y colonialismo.

La col­o­nización es el pro­ce­so de expan­sión y con­quista fác­ti­ca de las colo­nias, el some­timien­to de otro ter­ri­to­rio por medio de la fuerza o de la supe­ri­or­i­dad económi­ca. Entonces, col­o­nización indi­ca un movimien­to de agre­sión que tiende a con­sol­i­dar un sis­tema difer­en­ci­a­do y polar­izante, pues expre­sa la vol­un­tad de con­tro­lar, manip­u­lar y sub­or­di­nar un mun­do difer­ente, alter­na­ti­vo o nue­vo. Y expre­sa un inter­cam­bio desigual entre var­ios tipos de poder: entre las ideas sobre lo que “nosotros” hace­mos bien y “ellos” no saben hac­er o hacen mal. El colo­nial­is­mo (o la colo­nial­i­dad, dirán algunos) es en cam­bio una real­i­dad cul­tur­al y políti­ca. Indi­ca la doc­t­ri­na y la prác­ti­ca políti­co- insti­tu­cional de la col­o­nización. Es posi­ble imag­i­narlo como una orga­ni­zación sis­temáti­ca de la dom­i­nación que ha per­du­ra­do en el tiem­po. En su for­ma más gen­er­al, es la dom­i­nación insti­tu­cional­iza­da de un Esta­do impe­r­i­al o colo­nial­ista sobre pueb­los que pertenecen a civ­i­liza­ciones “lejanas”. En este sen­ti­do, indi­ca la dom­i­nación políti­ca, admin­is­tra­ti­va, financiera, económi­ca, com­er­cial, mil­i­tar y cul­tur­al de un ocu­pante sobre un pueblo ocu­pa­do, res­i­dente en un ter­ri­to­rio más o menos dis­tante respec­to de un área metropolitana.

Estas cat­e­gorías teóri­c­as, al ser elab­o­radas por las lenguas, tienen impacto en las for­mas cog­ni­ti­vas y por ende en las for­mas políti­cas. Y tocan las for­mas sen­si­bles del poder de decisión. Muchos esta­dos lati­noamer­i­canos se enorgul­le­cen de haberse inde­pen­diza­do del yugo colo­nial, pero han hereda­do y mul­ti­pli­ca­do heren­cias y prác­ti­cas colo­niales a través de su cap­i­tal­is­mo voraz, su incli­nación patri­ar­cal, sus ideas de mod­ernidad como pro­gre­so o desar­rol­lo que no repara en los daños irrepara­bles que pro­duce. Otros, en cam­bio, con sagaci­dades, dis­cu­siones y otras pacien­cias han logra­do zafarse ‑al menos en algunos de sus pliegues- de esa condi­ción con­sti­tu­ti­va de los Esta­dos-naciones que con­fig­u­ran nue­stro continente.

En la Argenti­na pandémi­ca del siglo XXI, un movimien­to de mujeres indí­ge­nas está hacien­do vibrar en el pre­sente un acu­mu­la­do de luchas históri­c­as de al menos 500 años, ponien­do en cri­sis la condi­ción colo­nial del Esta­do-nación. Lo hace apelando a una pal­abra que abre un tajo en el teji­do de la lengua ‑y por ende en las for­mas cog­ni­ti­vas y políti­cas-: terricidio.

De las síntesis

Ter­ri­cidio es una figu­ra de sín­te­sis. De epis­temi­cidios, geno­cidios, eco­cidios, cul­tu­ri­cidios, fem­i­ni­cidios ocur­ri­dos a lo largo de la his­to­ria y del pre­sente colo­nial de nue­stro con­ti­nente. Sig­nifi­ca exter­minio sis­temáti­co de todas las for­mas de vida, que atañen tan­to al eco­sis­tema tan­gi­ble y per­cep­ti­ble ‑los seres ani­ma­dos de un bosque por ejem­p­lo- como a aspec­tos inma­te­ri­ales, sean cul­tur­ales, lingüís­ti­cos o sagrados.

Ter­ri­cidio es geno­cidio porque hubo y hay una pul­sión de exter­minio sis­temáti­co hacia los pueb­los indí­ge­nas de parte del Esta­do-nación, pul­sión con­cen­tra­da en sus fuerzas repre­so­ras, para no abun­dar. Ter­ri­cidio es eco­cidio porque se destruyen y con­t­a­m­i­nan indis­crim­i­nada­mente ter­ri­to­rios enteros ‑el bosque, el monte, la sel­va, los humedales, dev­as­ta­dos entera­mente, de man­era irre­versible-; destruc­ciones per­pe­tradas por empre­sas que van inva­di­en­do y violan­do los ter­ri­to­rios con las for­mas expan­si­vas de una economía de la muerte. Ter­ri­cidio es epis­temi­cidio porque con la col­o­nización se han elim­i­na­do las for­mas de enten­der, como­cer y con­ce­bir la vida de parte de los pueb­los indí­ge­nas. Y hoy en día se con­tinúa per­pet­uan­do esta opre­sión a través de reli­giones opre­so­ras que con sus rit­uales arrebatan la posi­bil­i­dad de con­ser­var y trans­mi­tir las for­mas de la espir­i­tu­al­i­dad ances­tral y los espa­cios sagra­dos para cada pueblo. Ter­ri­cidio es fem­i­ni­cidio por el asesina­to sis­temáti­co de los cuer­pos-ter­ri­to­rios femeni­nos, resul­ta­do de rela­ciones sociales propias de la cru­el­dad y de la apropiación privada.

De lxs sujetxs

Los ter­ri­ci­das son suje­tos colectivos.

Son los Esta­dos y aque­l­los gob­ier­nos inca­paces de imag­i­nar vida más allá de sus propias prác­ti­cas, lenguas, for­mas cog­ni­ti­vas y políti­cas colo­niales. Y que con sus políti­cas y acuer­dos con­tribuyen a la destruc­ción de la tier­ra y todo lo que en ella habita.

Son tam­bién las cor­po­ra­ciones extrac­tivis­tas que per­petúan la opre­sión y la apli­can sobre los pueb­los que sostienen la rec­i­pro­ci­dad y la armonía en y con los ter­ri­to­rios. Y que lo hacen banal­izan­do o evi­tan­do la obligación de imple­men­tar la con­sul­ta y obten­er el con­sen­timien­to pre­vio, libre e infor­ma­do de quienes pade­cerán los desas­tres que pro­ducen en el entorno.

Sobre las demandas

Las mujeres indí­ge­nas deman­dan que los actos ter­ri­ci­das sean juz­ga­dos y con­de­na­dos. Que el ter­ri­cidio sea cod­i­fi­ca­do como un crimen de lesa nat­u­raleza y lesa humanidad, y que sea impre­scriptible pues, cuan­do se imple­men­ta, se asesina tan­to la vida humana como la no-humana, sin dis­crim­i­nación ni miramien­tos. Y esa es una deman­da que nos inter­pela a todxs, a nue­stro futuro y al de gen­era­ciones por venir.

Pluriversidad

Como nos cuen­tan estas caminantes,

Las Mujeres Indí­ge­nas por el Buen Vivir somos un movimien­to plur­al con­for­ma­do por las mujeres indí­ge­nas de las 36 naciones orig­i­nar­ias. Con la pal­abra ter­ri­cidio nom­bramos tam­bién nue­stro dolor y la dev­astación que sufren los ter­ri­to­rios, nues­tra espir­i­tu­al­i­dad y nue­stros cuer­pos, pues en ella se cifran todas las for­mas de asesinar la vida que tiene el sis­tema occidental.

Nue­stro movimien­to sale a cam­i­nar el país des­de su extremo norte y des­de su extremo sur. Quer­e­mos provo­car un encuen­tro gen­er­ador de con­cien­cia para demostrar que la Argenti­na es un país habita­do por pluri­na­cional­i­dad de naciones y pueb­los. Con­sid­er­amos que el Esta­do argenti­no es un esta­do inva­sor, que lejos de admin­is­trar con sabiduría y sol­i­dari­dad, ha inva­di­do los pueb­los, los ha saque­a­do, con­t­a­m­i­na­do, destru­i­do. Ese Esta­do mues­tra una depen­den­cia abso­lu­ta de la cor­poro­c­ra­cia extrac­tivista y asesina que cen­tra su poder en otras lat­i­tudes del mundo.

Cam­i­namos para pro­pon­er una nue­va matriz civ­i­liza­to­ria que nos acerque al buen vivir como dere­cho. Cam­i­namos para vis­i­bi­lizar que no puede haber buen vivir si no hay justicia.

Nue­stro cam­i­nar es una for­ma de la utopía. Lle­gare­mos a Buenos Aires el próx­i­mo 24 de mayo para dar el primer gri­to de lib­er­tad de los pueb­los y los ter­ri­to­rios. Y des­de ya sabe­mos que habrá que volver, volver a insi­s­tir, volver a flex­ionar el pen­samien­to y la lengua sobre sí mis­mos para con­stru­ir una sociedad ver­dadera­mente libre, jus­ta, humana, en la que el buen vivir sea un hecho de la may­or trascen­den­cia humana.

¿Que deman­damos las mujeres indí­ge­nas? Que los ACTOS TERRICIDAS sean JUZGADOS y CONDENADOS. Que el TERRICIDIO sea con­sid­er­a­do un crimen de LESA NATURALEZA y de LESA HUMANIDAD. Se inten­ta asesinar a la vida humana como tam­bién la no humana, sin dis­crim­i­nación. Exigi­mos que ter­ri­cidio sea un crimen imprescriptible.

Por eso dec­i­mos, mien­tras no teng­amos jus­ti­cia, para ellos no habrá paz”

Herramientas

El Movimien­to bus­ca artic­u­lar una her­ramien­ta impul­sa­da des­de los pueb­los indí­ge­nas ‑en diál­o­go con aque­l­lxs actorxs sen­si­bles del gob­ier­no y la sociedad- para iden­ti­ficar y con­denar los suje­tos respon­s­ables del ter­ri­cidio, y luchar con el obje­ti­vo de lograr justicia.

Este man­i­fiesto hace propias las deman­das del Movimien­to de Mujeres Indí­ge­nas por el Buen Vivir, e invi­ta a trans­ver­salizarlas, acom­pañar­las y mul­ti­pli­car­las. Es nece­sario, en el sen­ti­do de inevitable, con­stru­ir una sociedad donde el Buen Vivir como dere­cho sea posible.

Consigna

Luchamos con­tra el Ter­ri­cidio, por la afir­ma­ción del Buen Vivir y por el reconocimien­to de la pluri­na­cional­i­dad de los territorios.

(Si es indispensable imprimir este mensaje o el documento adjunto, considere hacerlo en papel reutilizado o reciclado. Preservar el medio es Reducir, Reutilizar, Reciclar)

PARA SEGUIR LA ACCION • Movimien­to de Mujeres Indi­ge­nas por el buen vivir Face­book, Twit­ter @mmindigenas, Insta­gram @mmujeresindigenas • Moira Mil­làn Face­book, Twit­ter @millan_moira, Insta­gram @moiraivanamillan



Fotografía: Sadık Çelik

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