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Entre­vista con la fotó­grafa Nicole Kramm, la mira­da femeni­na de la revuelta chile­na, que sufrió el ataque de los Cara­bineros la noche del 1 de enero de 2020 en San­ti­a­go, cer­ca de la Plaza de la Dignidad.

Para un fotó­grafo no existe nada más valioso que su mira­da, la pér­di­da de un ojo sig­nifi­ca un dolor irrepara­ble. Me acom­pañan las imá­genes de la revuelta chile­na que pres­en­cié de cerca.

En el instante en el que Nicole perdía un ojo, yo relata­ba lo suce­di­do a mis ami­gos mapuch­es, en la comu­na de San­ta Rosa — Le Leque.


¿Te podrías presentar?

Nicole Kramm Caifal, San­ti­a­go de Chile. Fotó­grafa doc­u­men­tal­ista, tra­ba­jo y reflex­iono sobre temas cul­tur­ales y sociales lig­a­dos a los dere­chos humanos, la ecología, la migración, la diver­si­dad y la igual­dad sex­u­al y sobre reivin­di­ca­ciones y con­flic­tos políticos.

Estudié Fotografía Peri­odís­ti­ca y Licen­ciatu­ra en Cine, men­ción doc­u­men­tal, me espe­cial­icé en Direc­ción de Fotografía y Cámara en escue­las de cine en Chile y en la Escuela inter­na­cional de San Anto­nio de los Baños, Cuba. Actual­mente tra­ba­jo como real­izado­ra audio­vi­su­al free­lance en medios internacionales.

¿Cómo te metiste en la fotografía? ¿Supon­go que hay una his­to­ria espe­cial detrás?

Yo era téc­ni­ca anal­ista quími­ca, solo hacía fotos como afi­ciona­da. Fue en el año 2014 cuan­do decidí via­jar por Lati­noaméri­ca durante dos meses para cono­cer al pueblo lati­no, siem­pre me gustó mucho la soci­ología y la antropología. Siem­pre sen­tí el deber de via­jar e impreg­n­arme de otras cul­turas. Para ese via­je llevé una cámara de bol­sil­lo, de esas Lumix pequeñas y me graba­ba a mí mis­ma hacien­do cosas en difer­entes situa­ciones, tipo peri­odista via­jera. Luego cuan­do volví a Chile, me di cuen­ta de que no quería vivir tra­ba­jan­do en un lab­o­ra­to­rio quími­co el resto de mi vida, lo mío era la comu­ni­cación, visu­al y social. Entonces aban­doné 4 años de Licen­ciatu­ra en quími­ca y me puse a estu­di­ar fotope­ri­odis­mo y una licen­ciatu­ra en cine has­ta el 2018. Ha sido la mejor decisión que he podi­do tomar en mi vida.

¿Cuáles fueron tus sen­timien­tos y pen­samien­tos el primer día que fotografi­aste la revuelta del pueblo?

Pues al ver y retratar la insur­gen­cia pop­u­lar ante la injus­ti­cia, me llené de una inten­sa emo­ción, luego de muchos años al fin se alz­a­ba el pueblo cansa­do de este sis­tema que pre­cariza nues­tras vidas. Fue como ayer, cuan­do escuché por redes sociales sobre la evasión en el metro (los ciu­dadanos se negaron a pagar los tick­ets de metro) agar­ré mis cosas y pre­gun­té a unos ami­gos que iban en el metro a ver qué pasa­ba y salí con mi cámara.

En los torni­quetes los gri­tos eran alen­ta­dores, el corazón se me encogía mien­tras veía cómo los usuar­ios pasa­ban de largo, decían a los abue­los que no pagaran, la gente son­reía, éramos aque­l­los ya cansa­dos de tan­tos años de humil­lación y por vez primera sen­tía que perdíamos el miedo y que surgía esa rebeldía frente a un esta­do que nos aban­dona y nos precariza.

Recuer­do mirar a un ami­go y comen­tar que era uno de los días más emo­cio­nantes de mi vida. A par­tir de ese momen­to, ya no paramos, mar­chas, fogatas, reuniones, asam­bleas, cacero­la­zos, cabil­dos, más bar­ri­cadas, resisten­cias, repre­siones, abu­sos poli­ciales, mil­itares en las calles y muertes. He vis­to de todo, des­de una per­spec­ti­va rebelde no puedo decir que no esté de acuer­do, porque vali­do todas las for­mas de lucha ante los poderosos que nos hacen vivir en una mis­e­ria violenta.

¡Evadir, no pagar, otra for­ma de luchar! Gri­ta­ban dece­nas de tra­ba­jadores y estu­di­antes al evadir el metro como protes­ta ante la fuerte alza del pre­cio del trans­porte público.

 

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No hay duda de la riqueza visu­al de la insur­gen­cia históri­ca, que per­siste de man­era extra­or­di­nar­ia en la resisten­cia y es muy fér­til des­de el pun­to de vista de la creación. Como fotó­grafa, ¿cómo abor­daste esta inte­gri­dad visual?

Siem­pre retraté al pueblo des­de un pun­to de vista social, eno­ja­da y empoder­a­da, tal y como está el pueblo chileno. Refle­jé la real­i­dad con crudeza, pre­cau­ción y armonía, elegí cada situación, observé, me aprox­imé, busqué. No quise “roman­ti­zar” la repre­sión y la vio­len­cia, pero sí quise embel­le­cer la resisten­cia medi­ante ángu­los rebus­ca­dos, luces en inter­va­l­os diver­sos, acciones, col­ores fuertes, fuego, etc. Medi­ante el col­or y el poderoso lengua­je cor­po­ral he impul­sa­do y con­ta­do muchas his­to­rias de lucha.

Lo más sin­gu­lar para un fotó­grafo son, sin duda, sus ojos. ¿Qué sen­tiste cuan­do ese maldito obje­to te golpeó el ojo?

Cuan­do me lle­ga el balín, primero no entendí nada, me caí al piso, perdí el equi­lib­rio por el dolor físi­co que tenía, luego cuan­do me di cuen­ta de que era un trau­ma ocu­lar, tenía san­gre en el ojo izquier­do y por más que intenta­ba no podía abrir­lo, sen­tí mucha impo­ten­cia, frus­tración, miedo y rabia. La agre­sión fue crim­i­nal, sim­ple­mente iba cam­i­nan­do con mi cámara, por un lugar donde no había man­i­festa­ciones. La policía esta­ba escon­di­da detrás de unas palmeras, nos vieron y dispararon.

Arrebatar la visión de un ojo a alguien que vive y tra­ba­ja detrás de la cámara es ter­ri­ble, me reper­cu­tirá el resto de mi vida. Cuan­do asim­ilé la gravedad y lloré todo lo que tenía que llo­rar, me prometí a mí mis­ma no pen­sar en las per­sonas que tan­to daño me hicieron, no quería guardar ren­cor para no fre­nar mi recu­peración y poder sanar lo más rápi­do posi­ble físi­ca y psi­cológi­ca­mente, para poder volver a ser quien soy en la actualidad.

 

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¿Qué te llevó de vuelta a Dig­nidad después de este desafor­tu­na­do incidente?

Como la real­izado­ra audio­vi­su­al que soy, asumí la pro­duc­ción de un doc­u­men­tal sobre el movimien­to fem­i­nista en Chile para Aljazeera en inglés. Entonces, el últi­mo día de roda­je, debí asumir el desafió de volver para grabar allá a las pro­tag­o­nistas de esta his­to­ria. No esta­ba prepara­da, sen­tí mucho miedo, pero nun­ca estuve sola, mucha gente me recono­ció y me arropó, recibí mucho amor. Eso me motivó para regre­sar a la calle unos días, obvi­a­mente con mucha pre­cau­ción, des­de una posi­ción difer­ente, pero con la mis­ma con­vic­ción para seguir tra­ba­jan­do y luchan­do des­de mi trinchera comu­ni­ca­cional. Daré todo por obten­er justicia.

 


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Sadık Çelik
REDACTION | Journaliste 
Pho­tographe activiste, lib­er­taire, habi­tant de la ZAD Nddl et d’ailleurs. Aktivist fotoğrafçı, lib­ert­er, Notre Dame de Lan­des otonom ZAD böl­gesinde yaşıy­or, ve diğer otonom bölge ve mekan­lar­da bulunuyor.