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Kedistan siempre ha tratado de respaldar, dar voz a quienes llevan a cabo huelgas de hambre; así lo hicimos durante el combate de Nuriye y de Semih, o el de los miembros del Grup Yorum, también durante las huelgas de hambre promovidas por Leyla Güven, o las de otros grupos o individuos, quienes lamentablemente no podían acaparar la atención por otras vías. Hemos procurado, en la medida de lo posible, transmitir sus luchas, para que sus peticiones encuentren eco, principalmente en la opinión pública internacional. Kedistan abre hoy sus páginas con el grito emitido por Mine Rabia, una súplica por la vida de İbrahim. Lo hacemos desde un principio de legitimidad, por el apoyo y la solidaridad que hemos manifestado siempre, sin concesiones, a estas luchas. A pesar del desgarro que implica ser espectadorxs de las mismas, pero respetando la determinación de lxs huelguistas.
¡ İbrahim por favor, no te mueras!
“İbrahim Gökçek no debe morir”.
Es el llamamiento más inocente y humano del mundo, pero para algunos entraña una gran “traición”.
Quien diga sin concesiones: “No debemos dejar morir a İbrahim Gökçek”, se ve acto seguido etiquetado como “traidor que emplea el lenguaje del poder, usurpador de la resistencia, colaborador o espía”.
A algunos les gustaría que el llamamiento “İbrahim Gökçek no debe morir”, se dirigiese únicamente al Estado; y que no se pidiese a la organización, eje no oficial de la huelga de hambre, detener esta vana acción. Porque el estado dictatorial no atiende a razones, pero ellos tampoco; mientras los elefantes luchan, la hierba se hunde. Helin está muerta, que muera también İbrahim; dejemos que sus nombres trasciendan…
Los pretextos están preparados. Tal y como proclamaron ayer a todos los opositores, “fue vuestro silencio el que mató a Helin”, mañana se saldrán con la suya gritando “fue vuestro silencio el que mató a İbrahim”.
En cuanto a nosotrxs, a quienes acusan de insensibilidad o incluso de traición, nosotrxs que nunca hemos callado, porque hemos apelado al Estado tanto como a ellos y no hemos dicho lo que hubiesen querido escuchar, nos someterán al yugo de la responsabilidad, algo que en realidad, les corresponde a ellos.
Ya que o estamos con ellos o somos un enemigo traidor. Como si no secundar una huelga de hambre cuya eficacidad no nos convence, significase no apoyar las legítimas peticiones de los huelguistas.
¿Qué os parece?
Sin embargo, yo por ejemplo, respaldo todas las reivindicaciones del Grup Yorum; pero jamás secundaré las huelgas de hambre, ¡jamás! Y esto me convierte en una gran traidora. Divina comedia.
¿Qué podemos hacer entonces para esquivar estas acusaciones? ¿Deberíamos decir “İbrahim Gökçek debe morir”? ¿Es eso lo que queréis?
Evidentemente, en un contexto en el que la denominada huelga de hambre se ha convertido en una acción obsoleta que no obtiene resultado alguno, ni para el Estado, que se está volviendo cada vez más cruel, ni para la gente corriente sumida en una nueva era de indiferencia. El Estado que no atendió a razones, ni tan siquiera ante la resistencia de Nuriye y de Semih, quienes recibieron un amplísimo respaldo en este país, nunca aceptará peticiones que no se puedan negociar, aunque lo esté observando toda la ciudadanía; y puesto que la fracción contraria está decidida a no poner fin a la huelga de hambre, a pesar de la epidemia, que representa un riesgo mayúsculo para İbrahim, respaldar esta acción significa simplemente que “İbrahim Gökçek debe morir”.
En cierto modo, es como si İbrahim estuviese muerto en sus mentes, solo faltaría enterrarlo. A algunos, solo les preocupa ser de actualidad e intentar culpar a terceros.
De mi pluma no han salido nunca perlas ensalzando la belleza de la vida, ni he producido literatura barata, con frases tipo “la vida merece ser vivida”. No escribo ninguno de mis textos, ni siquiera los relativos a este asunto, desde ese registro. Por el contrario, he lindado con la muerte a lo largo de mi existencia. Sé de primera mano que esta vida maldita puede empujar a la gente hacia terribles revueltas, es capaz de sumirlas en una honda tristeza y hacerles sentir que la única manera de expresarse es a través de la muerte. Incluso quienes, habiéndolo experimentada personalmente, quedan discapacitados de por vida. Por eso me hiere con tanta virulencia…
¡Porque no es así!
El denominado ayuno de muerte [huelga de hambre ilimitada], no ha aportado ninguna conquista sensata si se tienen en cuenta las vidas sacrificadas; hoy ha perdido toda utilidad y en otros lugares, ha desaparecido. Se ha metamorfoseado, tal y como las ceremonias de sacrificio de los rituales paganos. En el centro se alza el altar y las personas, un atisbo de carne por encima los huesos, yacen tendidas en el altar. Y siluetas infernales, alimentándose de la muerte, danzan alrededor interpretando salvajes ofrendas.
Me he topado con el frío semblante de la muerte en repetidas ocasiones. Al cambiar de rumbo y alejarme de la tumba en la que me precipitaba en solitario, aprendí que ninguna revuelta, ninguna lucha por los derechos, puede ser más importante que el sufrimiento de mi hijo y de mi madre, que quedarían atrás; que, al margen de ellos, incluso los más cercanos, estarían tristes durante varios días, pero después no recordarían ni mi persona ni mi lucha.
Lo mismo sucederá con Helin e İbrahim, se convertirán como sus predecesores, en simples nombres que rememoramos una vez al año. Para sus camaradas, algunos de los cuales, debido a la epidemia, pensando como es lógico en sus propias vidas, temían incluso asistir al funeral, mañana tan solo encarnarán una pancarta de “mártires sagrados” del movimiento. Seguirán ardiendo como antorchas solitarias en los corazones de sus madres y de sus hijos, si es que los tienen.
En este país ha habido muchas huelgas de hambre. Durante la resistencia en las prisiones de tipo F, murieron decenas de personas, debido a las deficientes condiciones sanitarias de la época, decenas padecieron el síndrome de Korsakoff, quedando discapacitados. Hoy en día, ¿quién los recuerda? ¿Quién visita a sus familias cuyo dolor nunca se detiene, o se preocupa de la supervivencia de sus camaradas discapacitados para siempre? ¿Quién les ofrece un centavo, un bocado para comer? ¡Nadie!
Yo no deseo un final doloroso para İbrahim Gökçek.
Y como cualquier ser ante el que se representa una misa pagana tan horripilante, convirtiéndolo en espectador de una crueldad impuesta, reclamo el derecho a rechazar dicha escena.
Para un artista la cúspide de lucha revolucionaria es la acción consumada a través del arte. Y el arte, si se quiere, puede ejecutarse incluso desde las entrañas de un pozo. En este mundo algunos artistas han escrito sus poemas, sus notas musicales, dibujandándolos en las paredes de las celdas a las que fueron arrojados, en papel higiénico, en su propia piel. Nadie ha conseguido estremecer al público como lo hicieron ellos mediante sus acciones. İbrahim Gökçek tiene que vivir y luchar con su arte. Su sacrificio en aras de la ambición de algunos, una muerte que no le importa ni al Estado ni a los camaradas, significa una traición a la humanidad y a la lucha revolucionaria, aunque se ensalce lo contrario.
La huelga de hambre ya no es un gesto de resistencia, sino una especie de ruego al tirano y puede tornarse de hecho en una acción humillante.
También dicen: “Nadie te pide que participes en la huelga de hambre, si no la apoyas, cállate”. ¿No saben que el espectáculo convierte al espectador en parte del espectáculo? Si el espectáculo es la muerte, los crueles definen su camino, gritando “¡Muérete! ¡Muérete!”, mientras que los otros gritan “¡No te mueras!”.
Me incluyo entre los que se desgarran gritando “no te mueras”. Y sé que hay cientos de miles de personas a quienes, como a mí, se les cae el alma al suelo y piensan “¡no te mueras!”.
Ante los seres crueles, cercanos o lejanos, sé tozudo, ¡no te mueras İbrahim Gökçek!
Este país no necesita la muerte de su sufrido pueblo, sino sus melodías, aunque salgan de un pozo. Y quienes te aman de verdad necesitan verte vivir para no sucumbir de dolor.
“Los mártires nunca mueren” es algo que no existe İbrahim. ¡Los mártires mueren! Mueren y quedan enterrados en las páginas amarillentas de un calendario, abocadxs al olvido. ¡Y la vida continúa para todos salvo para ti y los tuyos!
Y sabes perfectamente que en un entorno en el que la muerte se ha convertido en moneda corriente, sacrificar tu vida por tus convicciones no elimina mal alguno.
¡Por favor, no mueras así!