La nov­el­ista y peri­odista siria Samar Yazbek, de izquier­das y opos­i­to­ra al rég­i­men baatista, real­izó primero 55 entre­vis­tas. Después surgió la obra: 19 femmes (inédi­ta en castel­lano) que tran­scribe 19 encuen­tros. Se tra­ta exclu­si­va­mente de mujeres, sirias todas ellas, hos­tiles al poder de Bachar el-Assad. Pero más allá de los des­ti­nos indi­vid­uales, ordi­nar­ios pese a las cir­cun­stan­cias en abso­lu­to ordi­nar­ias, lo que la auto­ra traza aquí es en real­i­dad un vira­je: la sub­l­e­vación pop­u­lar con­tra un gob­ier­no déspota fue reem­plaza­da por el obscu­ran­tismo. La his­to­ria de un “des­gar­ro espan­toso”, la del anh­elo de jus­ti­cia que cayó en manos de “extrem­is­tas islamis­tas”. Estas mujeres han tenido que apren­der a luchar con­tra su pro­pio ban­do sin olvi­dar jamás aque­l­lo por lo que salieron a las calles en 2011.

Par Léon Mazas Cróni­ca pub­li­ca­da orig­i­nar­i­a­mente en la revista Ballast

Vida y muerte de la esperanza de un pueblo.
La voz de las mujeres sirias

Se lla­man Sara, Mari­am, Dima, Zayn, Douha, Souad, Leila, Amal, Ami­na, Rana, Lina, Mouna, Roula, Rim, Alia, Hazâ­mi, Zaina, Fati­ma y Fat­en. Tienen entre 20 y 77 años. Cada una creyó y par­ticipó a su man­era, como civ­il, en la revuelta con­tra Bachar el –Assad, en la estela de “las pri­mav­eras árabes”. Tras Túnez y Egip­to, Siria se alzó a su vez con­tra “el rég­i­men dic­ta­to­r­i­al”. La auto­ra, escrito­ra, peri­odista y fem­i­nista de izquier­das, tomó parte en la protes­ta. Soñó con un Esta­do de dere­cho laico. La encar­ce­laron. La gol­pearon. Al salir de prisión con­sigu­ió refu­gia­rse en Fran­cia; allí puso a sal­vo a su hija y regresó después a Siria con el propósi­to de fun­dar una ONG. Estas 19 mujeres le con­taron “su” rev­olu­ción, y por lo tan­to “su” guer­ra. Son tra­duc­toras, estu­di­antes de psi­cología o de cien­cias de la edu­cación, peri­odis­tas, pro­fe­so­ras, fun­cionar­ias o direc­toras de escuela; prob­a­ble­mente ningu­na se librará del exilio: “voces de la resisten­cia”, en pal­abras de Yazbek.

La esperanza popular

Mar­zo de 2011. Los ser­vi­cios de inteligen­cia tor­tu­ran a niños
por haber escrito esló­ganes anti Assad”.

Mar­zo de 2011. Los ser­vi­cios de inteligen­cia tor­tu­ran a niños por haber escrito, en las pare­des de Der­aa, en el sudoeste del país, esló­ganes anti Assad. A través de Face­book se hace un lla­mamien­to “por una Siria sin tiranía”. Tres días después el poder dis­para sobre man­i­fes­tantes pací­fi­cos —antes de anun­ciar algu­nas refor­mas con la vana esper­an­za de fre­nar una con­testación gen­uina­mente pop­u­lar. Para Zayn, “los primeros días de la rev­olu­ción fueron los mejores de mi vida”. Rana no se lo puede creer: nun­ca hubiese imag­i­na­do que fuese posi­ble un alza­mien­to en un país someti­do a un férreo con­trol por parte del Esta­do— Hazâ­mi, sep­tu­a­ge­nar­ia, afir­ma lo mis­mo cuan­do con­fiesa que jamás hubiese pen­sa­do poder asi­s­tir un día a una mov­i­lización pare­ci­da, ya que “el apara­to repre­si­vo del rég­i­men había con­ver­tido en ater­rador el sim­ple hecho de hablar de políti­ca”. Fáti­ma tam­poco se lo podía creer al prin­ci­pio, tenien­do en cuen­ta “que esta­ba pro­hibido ten­er cualquier tipo de con­cien­cia políti­ca”. Sin embar­go la protes­ta surgió de ver­dad. Sara se reúne con las ami­gas, gra­ba las man­i­festa­ciones, lee obras sobre rev­olu­ciones de todo el mun­do. Zaina llo­ra lit­eral­mente de gozo cuan­do ve a los man­i­fes­tantes. Mari­am blande una pan­car­ta “Exigi­mos lib­er­tad”.Lina, cer­cana a un colec­ti­vo fem­i­nista, sueña con una “nación para todos los sirios” y la instau­ración del Esta­do de dere­cho. Como Roula, que aspi­ra a “a democ­ra­cia y la jus­ti­cia”.Como Dima, que hace un lla­mamien­to a la lib­er­tad y a la dig­nidad. A esta últi­ma la posi­bil­i­dad de que la rev­olu­ción gane en Siria se le anto­ja “poco prob­a­ble”, pero qué más da, se pone manos a la obra.

A pesar del miedo de su entorno alaui­ta,1 ante la omnipres­en­cia de esló­ganes reli­giosos en los corte­jos civiles que se reú­nen cada viernes a la sal­i­da de las mezquitas, Leila decide a unirse a ellos. “Era más fuerte que yo”: ella, que se burla­ba de la políti­ca aspi­ra aho­ra a una Siria lib­er­a­da y se da cuen­ta de que “bue­na parte” de la población no sopor­ta más la “tiranía”.

Afuera, reina un gran entu­si­as­mo. A pesar de la repre­sión, tan ráp­i­da como bru­tal, espera al menos un gesto por parte del rég­i­men: que escuche a la calle. Assad habla: “corti­nas de humo”. El rég­i­men apun­ta delib­er­ada­mente a los man­i­fes­tantes demócratas y laicos, grafiteros y par­tidar­ios de la des­obe­di­en­cia civ­il. Cuan­do Mari­am evo­ca los “ide­ales” que la impul­saron a inte­grar el movimien­to, responde: “una Siria libre y democráti­ca”. En cada tes­ti­mo­nio, idén­ti­cos epíte­tos. Una Siria libre del poder hered­i­tario de los Assad, de injus­ti­cias estruc­turales, de la ley de silen­cio de un rég­i­men supues­ta­mente “social­ista” con­ver­tido al lib­er­al­is­mo económi­co y al “mod­ernismo“2. Y Rim, 50 años, abre inmedi­ata­mente las puer­tas a los manifestantes.

Homs, 11 de mayo de 2012 (AP)

Aunque deplore que a finales de 2011, estando en Barzé, le comu­niquen que las mujeres son una “una línea roja” y que ellas no pin­tan nada en las protes­tas, ella sale a la calle. Ami­na decide impli­carse tras la muerte y la deten­ción de alle­ga­dos. Aunque esti­ma que “la sociedad siria no esta­ba prepara­da para una rev­olu­ción”, se man­i­fi­es­ta y apela a una rea­gru­pación de musul­manes y cris­tianos, a la paz y a la unidad nacional.

Y de este modo asiste por vez primera a la creación de con­se­jos locales —encabeza­dos por “hom­bres de val­or”. En los bar­rios y en los pueb­los se fun­dan comités pop­u­lares, se orga­ni­zan elec­ciones, se ponen en prác­ti­ca expe­ri­en­cias de auto­gestión. Cuan­do han tran­scur­ri­do cua­tro meses des­de las primeras man­i­festa­ciones, los deser­tores del ejérci­to del rég­i­men fun­dan el Ejérci­to Sirio Libre, for­ma­do por cua­tro batal­lones. ¿Su obje­ti­vo? Pro­te­ger a los civiles de la repre­sión y der­ro­car al gob­ier­no de Assad. En octubre se fun­da ofi­cial­mente el Con­se­jo Nacional Sirio (CNS): des­de Turquía ase­gu­ra rep­re­sen­tar 60% de las fuerzas opos­i­toras3 y entre sus miem­bros fig­u­ran mil­i­tantes de los Her­manos Musul­manes en el exilio4. Una mil­i­ta­rización que lamen­tan Rim y Hazâ­mi. “Era una locu­ra, porque en ambos casos nos dirigíamos a la muerte, con o sin armas”, ase­gu­ra Sara. Pero Ami­na mati­za: si la gente se armó fue “ante todo para defend­er­se”.

La represión del régimen

Los bom­bardeos son diar­ios; en cuan­to sacan los arte­fac­tos explosivos
ella sube el vol­u­men de la músi­ca, a la espera de que acabe rápido”.

Los tan­ques entran en Hama, los navíos de guer­ra bom­bardean Latakia; a finales de 2011 la ONU con­tabi­liza alrede­dor de 500 muertes imputa­bles al rég­i­men. Se con­fir­ma que el uso de la tor­tu­ra es sis­temáti­co. En julio del año sigu­iente el rég­i­men reti­ra sus tropas de Roja­va, en el norte de Siria, y las envía a Ale­po, que estará pron­to en manos de la oposi­ción. De este modo, el Par­tido de la Unión Democráti­ca (PYD) —que es a su vez críti­co con el rég­i­men baatista, con la mil­i­ta­rización pos­te­ri­or a la sub­l­e­vación y con un CNS que juz­ga suped­i­ta­do al gob­ier­no tur­co —se impone, en oca­siones brus­ca­mente, con el obje­ti­vo de con­sti­tuir un gob­ier­no autónomo basa­do en la abol­i­ción del patri­ar­ca­do y del cap­i­tal­is­mo: un “nue­vo social­is­mo“5 , el con­fed­er­al­is­mo demo­c­ra­ti­co.6 En defin­i­ti­va, una revuelta den­tro de la revuelta.7

Respal­da­do por el Hezbol­lah libanés y por Irán (y después de 2015 por la Rusia de Putin), el rég­i­men sirio libra una con­tien­da despi­ada­da con las numerosas fuerzas rebeldes. Y tam­bién con los civiles. “La úni­ca posi­bil­i­dad que teníamos era la de pro­te­ger al pueblo de los ter­ror­is­tas. No había otra alter­na­ti­va… Si Qatar no hubiese finan­cia­do des­de el ini­cio a esos ter­ror­is­tas, si Turquía no hubiese pro­por­ciona­do apoyo logís­ti­co y Occi­dente apoyo políti­co, las cosas habrían sido difer­entes“8, se jus­ti­fi­caría Assad en 2014. Sara vio con sus pro­pios ojos los estra­gos provo­ca­dos por las bom­bas ter­mobári­c­as. Vio como una de ellas mata­ba a una madre y a sus ocho hijos. “No podíamos creer lo que nos esta­ba suce­di­en­do”, dice aun hoy. Puso inyec­ciones a los heri­dos, grabó las masacres, envolvió los cuer­pos de las mujeres asesinadas. Mari­am, que fue deteni­da y tor­tu­ra­da por su par­tic­i­pación en las asam­bleas paci­fis­tas y en las acciones de carác­ter human­i­tario — se refu­gia­rá en Fran­cia al salir de la cár­cel. Bajo los bom­bardeos, Zayn se dejará la piel en un hos­pi­tal de Ale­po: “Cuan­do nos traían cadáveres de niños decap­i­ta­dos [por las bom­bas del rég­i­men, ndla], me entra­ban tem­blores […] Deja­ba de dormir”. Fue deteni­da, gol­pea­da, vio­la­da. Vio­laron a un opos­i­tor delante de ella. “Vi cómo algunos pri­sioneros se volvían com­ple­ta­mente locos”. La comi­da esta­ba llena de restos de uñas y de cabel­los. Des­de las entrañas de la maz­mor­ra se negó a votar a Assad; la pusieron en ais­lamien­to. “Esta­ba destru­i­da físi­ca y psi­cológi­ca­mente”. Al salir dis­tribuye comi­da y medica­men­tos a las mujeres y a los niños de Ale­po. Vuelve a ayu­dar en el hos­pi­tal, da clases. Zayn con­sigue final­mente huir de su país y lle­ga a Canadá. “No pedíamos mucho, un poco de dig­nidad, de lib­er­tad y de jus­ti­cia. A cam­bio nos exter­mi­naron […]”.

Bachar el-Assad, Ar-Raqqa, juin 2011 (REUTERS/Sana Sana)

Ami­na, madre de tres hijos, par­tic­i­pa en la sub­l­e­vación trans­portan­do comi­da y medica­men­tos. En octubre de 2013 será deteni­da, gol­pea­da: su mari­do será tor­tu­ra­do. Lib­er­a­da durante un inter­cam­bio de detenidos, destroza­da, encon­trará cobi­jo en el Líbano. Tras par­tic­i­par durante diez min­u­tos en una con­cen­tración no vio­len­ta, Lina tam­bién será encar­ce­la­da —sus cama­radas de izquier­das caerán uno a uno entre las gar­ras de la Direc­ción Gen­er­al de Seguri­dad. Será tor­tu­ra­da y vio­la­da. En Barzé, Rim pres­en­cia­rá la muerte de su veci­na, abati­da por un tanque del rég­i­men cuan­do salía a regar las flo­res. “Por todas partes vimos cuer­pos despedaza­dos. No com­prendíamos porqué se ensaña­ba el rég­i­men con nosotros de seme­jante man­era”. Fáti­ma tra­ba­ja­ba en una far­ma­cia y acep­ta­da curar a todos los com­bat­ientes heri­dos, cua­lesquiera que fue­sen, “por humanidad”: será deteni­da y tor­tu­ra­da con elec­t­ri­ci­dad. “Yo era una sim­ple far­ma­céu­ti­ca”, se esforz­a­ba en decir a los ver­du­gos. Según con­fe­sará a la escrito­ra, ya no cree en nada. Más tarde se con­ver­tirá en exil­i­a­da en algún lugar de Europa, sin otra com­pañía que la noche y las pesadillas.

La revolución fallida

Douha rela­ta: La rev­olu­ción se islamizó y la gente como ella,
entién­dase, pro­gre­sista, no tenía donde ir”.

Juro ante Dios, que com­er­e­mos vue­stros cora­zones e híga­dos, per­ros, sol­da­dos de Bachar”, cla­ma un coman­dante rebelde en mar­zo de 2013: antiguo miem­bro de la briga­da al-Farouq, una de las prin­ci­pales del Ejérci­to Sirio Libre, se lle­va a la boca, frente a la cámara, dos órganos que aca­ba de extraer del cuer­po de un sol­da­do del rég­i­men. Tres meses antes, el ESL, que dispone de unidades prác­ti­ca­mente en todo el ter­ri­to­rio, ha puesto en mar­cha una estruc­tura de man­do unifi­ca­da9. Al frente de la mis­ma se encuen­tra el que fuera gen­er­al del ejérci­to de Assad (des­ti­tu­i­do, lo ver­e­mos en 2019 jun­to al ejérci­to tur­co dis­puesto a erradicar la admin­is­tración de Roja­va). Pero en mayo de 2013, la direc­ción del ESL reconoce que le resul­ta difí­cil unificar a los rebeldes e indi­ca que tra­ba­jan en estrecha colab­o­ración con la orga­ni­zación salafista Ahrar al-Cham10. Jab­hat al-Nos­ra, con­sid­er­a­da por aquel entonces como la rama siria de Al-Qaï­da, con­tem­pla a su vez cómo inte­gran sus filas los rebeldes del ESL. En sep­tiem­bre del mis­mo año, 13 gru­pos de com­bat­ientes —algunos de entre ellos pertenecen al ESL—anuncian que el com­bate con­tra el gob­ier­no debe ubi­carse bajo el sel­lo de la ley coráni­ca ; dos meses después, se crea el Frente Islámi­co con el apoyo de Ara­bia Saudí, Qatar y Erdo­gan, con­vir­tién­dose de fac­to en el prin­ci­pal grupo opos­i­tor: agluti­na siete orga­ni­za­ciones (inclu­i­da una kur­da), cuen­ta con 45 a 70 000 com­bat­ientes y ase­gu­ra en su estatu­to obrar por la implantación de un Esta­do Islam­i­co11 . A finales de 2013, apun­ta Michel Duc­los, antiguo emba­jador en Siria, la guer­ra civ­il “se con­vierte en gran medi­da en un con­flic­to con­fe­sion­al” den­tro del cual los rebeldes islamis­tas “toman la delantera“12.

Era evi­dente que en el seno de seme­jante con­fig­u­ración no había lugar para una alian­za glob­al Roja­va-ESL13 —sobre todo tenien­do en cuen­ta que los rev­olu­cionar­ios kur­dos, tal y como record­a­ba aquel mis­mo año un por­tavoz del PYD, “con­stata­ban que eran agre­di­dos por ele­men­tos auto­procla­ma­dos del ESL“14: por ejem­p­lo a par­tir de 2012 hubo com­bat­es con­tra las YPG en Ras al-Aún, una diri­gente del YPJ fue cap­tura­da y pos­te­ri­or­mente entre­ga­da por el ESL a Turquía, donde sería tor­tu­ra­da15 .

Creo que la rev­olu­ción acabó en 2013”, con­fiesa Sara a la auto­ra de 19 mujeres. Dima por su parte señala ” haber vis­to cómo se trans­forma­ba con brusquedad el teji­do social” des­de finales del 2012. Douha cuen­ta: “La rev­olu­ción se islamizó ” y las per­sonas como ella, entién­dase pro­gre­sis­tas, “no tenían a dónde ir”.

Amal, cuyo her­mano se ha unido a la oposi­ción arma­da, pien­sa en insta­larse en el bastión rebelde de Guta, cer­ca de Dam­as­co, a raíz de la matan­za con gas sarín de agos­to de 2013; renun­cia, ya que no desea que le impon­gan el uso oblig­a­to­rio del velo y más tarde aban­dona Siria ya que las regiones “lib­er­adas” por el ESL están “con­tro­ladas por gru­pos islamis­tas”. Rana por su parte, con­sigue lle­gar has­ta los sec­tores que el rég­i­men había aban­don­a­do; des­cubre que debe lucir un atuen­do islámi­co y estu­pe­fac­ta, con­fiesa a la escrito­ra: “¡Nos habíamos rebe­la­do para obten­er más dig­nidad pero no para que los extrem­is­tas y los bar­bu­dos viniesen a nue­stro país! […]Esto sig­nifi­ca­ba vivir en una gran prisión”. Decide por lo tan­to ir a echar una mano a un cam­po de refu­gia­dos al norte del país.

Frente al-Nos­ra, Idleb, 17 de mayo (REUTERS/Hamid Khatib)

Lina, como Douha, se da cuen­ta de que los pro­gre­sis­tas “no son nada”, tenien­do en cuen­ta que están atra­pa­dos entre la dic­tadu­ra y los opos­i­tores. En Guta rec­haza el velo impuesto por los rebeldes e igno­ra las ame­nazas que pesan sobre las mujeres que con­ducen (en Ale­po, Zayn brin­da un tes­ti­mo­nio pare­ci­do: la acosaron por dejarse ver al volante y por negarse a por­tar el niqab). A comien­zos de 2013 Lina ano­ta que las pal­abras “dig­nidad ” y “esta­do civ­il”, que fig­ura­ban como emble­ma de una briga­da rebelde, serán sub­sti­tu­idas por la fór­mu­la “No hay más Dios que Dios”: a pesar de la obvia resisten­cia, rela­ta, los com­bat­ientes “acabaron por ced­er”, es decir por unirse al extrem­is­mo reli­gioso. Aban­dona Der­aa y se refu­gia en Fran­cia, inm­er­sa en una “deses­peración inde­scriptible”.

El rég­i­men de Assad nos oprim­ió políticamente,
ellos [los islamis­tas] nos tiranizan políti­ca y socialmente”.

Mouna, enro­la­da como civ­il en Raqqa, asiste a la cre­ciente hege­monía de Ahrar al-Cham— uno de sus fun­dadores, Has­san Abboud, fue lib­er­a­do por el rég­i­men al comien­zo de la sub­l­e­vación pop­u­lar: en 2013 explic­a­ba a Al Jazeera:
“Com­par­ti­mos el mis­mo obje­ti­vo final: el Esta­do Islámi­co. El ESL, el Frente Islámi­co, al-Nos­tra y Daech aspi­ran a lo mis­mo. Sin embar­go, cuan­do se tra­ta de tác­ti­cas, estrate­gias o méto­dos, podemos o no estar de acuer­do.“16 Mouna lamen­ta que “las cosas cam­biaron en aquel instante” para las mujeres y los movimien­tos laicos. Cuan­do Jab­hat al-Nos­ra se hizo con la ciu­dad le orde­nan vestir un “atuen­do legal” y cesan de diri­girle la pal­abra. Los tri­bunales islámi­cos de Ahrar al-Cham le pare­cen “peo­res que el rég­i­men de Assad”. Por lo tan­to huye a Turquía. “Lo peor es que antes de la rev­olu­ción era libre de hac­er lo que quisiese […]. De pron­to ese mun­do vas­to estal­ló […] Nos habíamos sub­l­e­va­do con­tra el rég­i­men para recla­mar más lib­er­tad, pero al final nue­stros dere­chos retro­cedieron var­ios siglos”.

Tras los primeros meses del alza­mien­to”, a Roula le pre­ocu­paron los esló­ganes de carác­ter reli­gioso. Pero quería creer en una rev­olu­ción democráti­ca y se alistó de man­era altru­ista jun­to a la población que había sido desplaza­da por los bom­bardeos del rég­i­men. Vien­do que entre los rebeldes el dis­cur­so con­fe­sion­al se con­vertía en “mon­e­da cor­ri­ente” tomó sus dis­tan­cias, ale­gan­do que los par­tidar­ios de una línea nacional­ista eran “esca­sos”. Leila, ori­un­da de la clase media de Homs, llo­ra igual­mente las divi­siones comu­ni­tarias. Alguien cer­cano le con­fía: los hom­bres del rég­i­men son “des­pre­cia­bles” pero tenien­do en cuen­ta que es alaui­ta, teme que “los suni­tas degüellen a su famil­ia”. Leila reconoce que perdió toda esper­an­za: la joven aban­dona Siria en direc­ción al Líbano. Zaina, que acogió con fer­vor la sub­l­e­vación de 2011, deja su país cin­co años después: en el exilio, le acechan los remordimien­tos. Inclu­so la cul­pa­bil­i­dad. Todo eso “para nada”. “Sal­imos a las calles para protes­tar, pero al final lo úni­co que hemos logra­do es que la opre­sión que sufre la gente se inten­si­fique”, con­fiesa a la auto­ra. Vive inm­er­sa en un sen­timien­to de der­rumbe. “El rég­i­men de Assad nos oprim­ió políti­ca­mente, ellos [los islamis­tas] nos tiranizan políti­ca y social­mente. La opre­sión de los islamis­tas es mucho más vio­len­ta sobre noso­tras, las mujeres”. Y Fat­en tes­ti­fi­ca: el extrem­is­mo reli­gioso no es solo fru­to de la repre­sión y de la instru­men­tal­ización del rég­i­men — existía ya en Duma.

Kobanê (AFP)

Si bien Dima par­ticipó en la red de comu­ni­cación de gru­pos arma­dos (creó vín­cu­los prin­ci­pal­mente con al-Nos­ra), reconoce “no haber com­pren­di­do” que aspira­ban al poder y mata­ban “con el obje­ti­vo de lograr un puesto cen­tral en el sociedad”. El ESL le reprochó haber tra­ba­ja­do al lado de los hom­bres y atacó la fac­ción femeni­na rebelde fun­da­da por una de sus ami­gas. Para ella supu­so una desilusión: Dima se había man­i­fes­ta­do en las calles con­tra un poder injus­to y nun­ca hubiese imag­i­na­do asi­s­tir a seme­jante regre­sión. “Entre los rebeldes había ladrones que hicieron cosas mucho peo­res que el ejérci­to del rég­i­men”. Cuan­do se da cuen­ta de que la ban­dera siria de la sub­l­e­vación ha sido reem­plaza­da por el estandarte negro de los teócratas, expre­sa su desacuer­do: para finales de 2014, dice, el carác­ter nacional y pluri­cul­tur­al de la guer­ril­la había desa­pare­ci­do por com­ple­to. Toma sus dis­tan­cias y bajo las bom­bas del rég­i­men, se hor­ror­iza ante la “regla” impues­ta en la zona rebelde: no curan a las mujeres rebeldes porque es peca­do que un médi­co hom­bre les toque. “Fueron muchas las que murieron por ese moti­vo “. Sin embar­go Dima sigue ade­lante: tra­ba­ja en un cen­tro de mujeres, par­tic­i­pa en talleres de alfa­bet­i­zación. Pero cuan­do Jaysh al-islam, fac­ción salafista lig­a­da en un prin­ci­pio al ESL (que hace un lla­mamien­to para que Dam­as­co sea “limpia­da de la mugre” chi­ita y alaui­ta), toma las rien­das de Guta, se siente en peli­gro de muerte y decide batirse en reti­ra­da. “Los com­bat­ientes islamis­tas no eran mejores que los hom­bres del rég­i­men” con­cluye, refu­gia­da en el extran­jero y llo­ran­do la muerte del “sueño rev­olu­cionario”.

La causa de estas 19 mujeres era sin embar­go tan justa,
nos lo recuer­da sin cesar. Nadie puede pon­er­lo en duda”.

No me podía creer que nos humil­lasen sim­ple­mente por ser mujeres. No podía hac­erme a la idea de que nue­stros com­pañeros de la rev­olu­ción se com­por­tasen así”, con­fiesa Sara, que pade­ció la dom­i­nación mas­culi­na “des­de el ini­cio” de la sub­l­e­vación. Ella cam­inó, filmó, alertó a los medios inter­na­cionales sobre la repre­sión del gob­ier­no, sufrió los bom­bardeos quími­cos y aho­ra resul­ta que le gri­tan para que vuel­va a casa, que infor­man a su padre sobre su relación con los hom­bres —así que ella tam­bién se mar­chará. Aunque recuer­da que indis­cutible­mente el primer respon­s­able de la guer­ra civ­il es Asad, noti­fi­ca a la auto­ra que “la prin­ci­pal razón” de su par­ti­da se debe a los islamis­tas. Mien­tras Fat­en, ori­un­da de Duma, creyente y prac­ti­cante, excla­ma: “La rev­olu­ción ha devo­ra­do a sus hijos, y quienes se alzaron con­tra Asad, se han con­ver­tido en mon­stru­os como él”.

*

En octubre de 2019 el rég­i­men sirio anun­cia que la provin­cia de Idleb, el últi­mo bastión rebelde dom­i­na­do por Hay­at Tahrir al-Cham, lig­a­do por un tiem­po a Al-Qaï­da, es “la clave” para acabar con la guer­ra civ­il. El mis­mo mes, al norte del país, la Turquía de Erdo­gan, aprovechan­do la repenti­na mar­cha de las tropas esta­dounidens­es, invade Roja­va, con la esper­an­za de aniquilar la Admin­is­tración autóno­ma, de masacrar la Şoreşa Jin (Rev­olu­ción de las mujeres) y de recom­pon­er demográ­fi­ca­mente los futur­os ter­ri­to­rios ocu­pa­dos “limpián­do­los” de todo ele­men­to kurdo.

Para lle­var a cabo las matan­zas y masacres, el ejérci­to tur­co dispone sobre el ter­reno con el apoyo de su abne­ga­do ayu­dante, el Ejérci­to Nacional Sirio. Este últi­mo, heredero del ESL, es en la actu­al­i­dad la fuerza ofi­cial del gob­ier­no interi­no sirio y el bra­zo arma­do de la oposi­ción en el exilio. Con vis­tas a evi­tar lo que ellas denom­i­nan un “geno­cidio”, las autori­dades de Roja­va recur­ren al poder cen­tral y sober­a­no: “un acuer­do doloroso” que impli­ca el retorno del rég­i­men, odi­a­do por su pasa­do anti-kur­do, a la región autóno­ma. El mis­mo mes, por fin, el líder iraquí de Daech es elim­i­na­do en el mar­co de una operación con­duci­da por el gob­ier­no de Trump.

8 años de guer­ra. El exilio de la cuar­ta parte de la población. Han pere­ci­do entre 300 y 500 000 per­sonas, cifras que incluyen civiles y combatientes—según datos del Obser­va­to­rio sirio de dere­chos humanos, el rég­i­men ha asesina­do a más de 85 000 civiles, 30% por medio de la aviación. “Soñábamos con algo imposi­ble: jus­ti­cia” escribe Samar Yazbek al ini­cio del libro. Los par­tidar­ios de una rev­olu­ción democráti­ca habían imag­i­na­do una Siria pre­ocu­pa­da por los dere­chos humanos, lib­er­a­da por fin del poder total­i­tario; no ha habido rev­olu­ción: Assad sigue en el poder y la oposi­ción islamista ha sum­i­do el áni­mo rev­olu­cionario en “regre­sión bru­tal”. A medi­da en que se esfu­ma la hipóte­sis de la desin­te­gración del Esta­do-nación sirio, el gob­ier­no tra­ba­ja ya en la nor­mal­ización diplomáti­ca. A finales de noviem­bre de 2019 Assad ade­lan­ta en las pági­nas de Paris Match que no hubo ningu­na “sub­l­e­vación pop­u­lar” y pro­por­ciona una nar­ración bina­ria: “los sirios con­tra los ter­ror­is­tas”. Unos días después en la provin­cia de Idleb fal­l­e­cen bom­bardeadas una doce­na de civiles. “Hemos per­di­do todo, inclu­so la esper­an­za. Porque una maquinar­ia de guer­ra mon­stru­osa nos ha aniquila­do. Siria ya no existe“17 según Samar Yazbek. Pero, nos recuer­da sin cesar, la causa de estas 19 mujeres “era tan jus­ta”. Nadie podría pon­er­lo en duda.


Foto: Siria, 25 de mar­zo de 2015 (Yasin Akgul/AFP/Getty)

Traducido por Maite
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