Si bien el presente artículo se centra principalmente en la incursión de la teoría de Bookchin en diversas esferas del espectro político y social francés, hemos considerado oportuno presentaros la traducción en castellano, ya que hace hincapié en un aspecto inquietante; es decir, el de la domesticación de las teorías del pensador estadounidense y en la usurpación de las mismas por parte de grupos y agentes, autoproclamados municipalistas, cuya capacidad ejecutoria y estrategia posibilista, presenta serias dudas.
Uno de los máximos difusores del pensamiento de Bookchin a ambos lados del Pirineo es el ensayista y agricultor de origen español Floreal M. Romero (citado en el presente artículo). Sus libros, escritos en francés, han sido traducidos y publicados por La Libélula Verde (“Murray Bookchin: por una ecología social y radical”, de Floreal M. Romero y Vincent Gerber, 2019, prologado por Carlos Taibo y Atreviéndonos a poder: dos textos para emprender la salida del capitalismo, 2017). Su último libro, “Agir ici et maintenant”, con prólogo de la socióloga y activista turca Pınar Selek, acaba de publicarse en Francia (éditions du Commun 2019).
¿La hora del comunalismo?
☰ Por Elias Boisjean, publicado en Ballast
Las traducciones de la obra de Murray Bookchin se multiplican mientras proliferan las biografías y ensayos dedicados a su persona. Poco conocido en vida, el teórico estadounidense, presentado habitualmente como el “padre” de la ecología social, está ganando terreno dentro de la izquierda. Pero este interés plantea también algunas interrogantes: celebrado por su proyecto revolucionario “municipalismo libertario” (o “comunalismo”) es cierto que existe el riesgo de que asistamos a la domesticación de su obra si sus ideas se entresacan sin orden ni concierto.
Es decir, que de ser un llamamiento para derrocar el capitalismo derive en la integración ciudadanista dentro del orden local y nacional establecido.
Había transcurrido una década desde su fallecimiento en Vermont, cuando la prensa militante francesa se incautó de la teoría integral que Bookchin dejó como legado: «una nueva política» en sus propias palabras, a la que consagró toda su vida. En 2014 Reporterre (diario ecologista) alababa su « pensamiento esencial » (algunos meses antes, Besancenot y Löwy expresaban en el libro Affinités révolutionnaires la admiración que sentían por el aquel1 « pionero ». Un año después Ballast entrevistó a su viuda, la ensayista Janet Biehl. Desde entonces no hemos cesado de ahondar en la cuestión comunalista. El verano de 2016, Le Monde diplomatique elogiaba al pensador « visionario ». A finales de 2018 L’Humanité lo calificaba de «pionero » y el Média se preguntaba si el municipalismo libertario ne sería en definitiva, « la solución ». En marzo de 2019 el diario CQFD planteaba si alguien « podía ofrecer una expectativa mejor » que el municipalismo de Bookchin2. El pasado noviembre el programa Hors Série, adviertió refiriéndose a Bookchin: « Aquí lo tenemos. Está en todas partes. Ha llegado su hora ».
« La revolución de Rojava, iniciada en 2012,
ha situado al pensador en primer plano »
Fue la editorial Atelier de création libertaire la que introdujo sus escritos en Francia en los años 80. Pero hemos tenido que esperar a mediados de la presente década para que Murray Bookchin suscite el interés de la izquierda francesa – e incluso europea. El 1 de diciembre de 2019 floreció en París la iniciativa Faire Commune : « Se trata de afirmar nuestro derecho sobre la ciudad. Ese derecho comprende el concepto de una vida buena, justa y digna, cuya piedra angular es el apoyo mutuo ». Invoca una « organización no capitalista de la vida», se define abiertamente comunalista y hace referencia a Bookchin, al Rojava sirio y al Chiapas zapatista. Ese mismo día el ex futbolista Vikash Dhorasoo, candidato a las elecciones municipales de 2020, hizo un llamamiento al comunalismo en el plató de un conocido programa televisivo de France 2. Le precedió una figura de la France Insoumise, representante de la lista Décidons Paris!, que aprueba también una « orientación » tipo Rojava.
El espíritu de la época
Esta repentina avanzadilla no llega en absoluto por casualidad. La revolución de Rojava, iniciada en 2012, ha situado al pensador en primer plano. Abdullah Öcalan, teórico del movimiento revolucionario kurdo y cofundador del PKK (actualmente en prisión) ha leído a Bookchin en su confín carcelario y ha confesado que los análisis del estadounidense han influenciado los suyos. Y no solo eso: han contribuido a la mutación del Partido de los Trabajadores del Kurdistán, que ha canjeado el marxismo leninismo independentista por una autonomía comunalista3. « Me hace feliz que Öcalan se inspire de mis ideas sobre municipalismo libertario, y que esto contribuya a imaginar una futura entidad política kurda. […]Espero que algún día el pueblo kurdo pueda construir una sociedad libre y racional que le permita resurgir plenamente», escribía Bookchin en 2004. Tal y como sucediera dentro del movimiento altermundialista durante los años 90, a raíz del entusiasmo provocado por la insurrección zapatista, Rojava ha conseguido que se sume a su causa una fracción de la izquierda internacionalista (marxista y anarquista esencialmente). El « nuevo socialismo »4 kurdo o « confederalismo democrático », se basa en la abolición del patriarcado y del mercado capitalista, en la ecología y el poder comunal descentralizado; ha brotado en Oriente Medio y se ha convertido, tras el trotskismo o el guevarismo, en una propuesta filosófica y política cuya universalización invita al debate. El alzamiento de los chalecos amarillos, saludado desde Rojava, ha metido el dedo en la llaga: gracias a la confluencia de un arraigo militante existente, el municipalismo libertario ha surgido en La Meuse, en Commercy (y más tarde en la Assemblée des assemblées, encargada de coordinar el movimiento). Si bien resulta vital no exagerar5, es evidente que la izquierda lo ha percibido como una transformación social, como la señal, no tan lejana, de un proyecto político en el que investir.
Se trata también de una cuestión ideológica – he aquí tres ejes: Uno: la toma de conciencia del riesgo ecológico vigente, anunciado por Bookchin desde los años 50, ha redistribuido los roles: el futuro ya no es una perspectiva, sino una amenaza. Un planeta devastado, extinción de especies en masa; ahora resulta que el aire se vende en botella. Bookchin propone a nuestra época herramientas en defensa de su ecología « social » y de rechazo al ambientalismo y a una ecología mística, romántica y reaccionaria: frente a las « pequeñas acciones» y a los supervivencialistas, plantea que «el futuro de vida en nuestro planeta depende del futuro de nuestras sociedades», es decir del capitalismo y de la superación del mismo mediante la vía revolucionaria. Dos: la debacle del comunismo de estado, la incapacidad anarquista para captar un alto número de seguidores, la toma del poder neoliberal y las derrotas reformistas (de Mitterrand à Tsipras) han dejado desencajados a aquellas y aquellos que esperaban acabar con las desigualdades de clase y las opresiones sexistas y racistas que estas nutren. La centralización leninista habrá generado lo opuesto: en la actualidad la tendencia radical pertenece a las plazas, a los cismas, a islotes aislados, a archipiélagos, a brechas, a intersticios, al aquí y ahora. Fragmentación de grandes relatos, funerales de soluciones globales.
« Más tarde, el nativo de Bronx, heredero de una familia obrera judía rusa,
marcó las distancias con el anarquismo para concluir su gran proyecto político ».
Al mismo tiempo que rechazaba el totalitarismo revolucionario y sus poderes productivistas burocráticos, Bookchin combatió la « tiranía de la ausencia de estructura» y el odio hacia las instituciones, el desprecio a los programas y a la temeridad, el culto a la acción y a la prioridad del sueño, a la hegemonía de Foucault sobre la teoría crítica y el elogio existencial del way of life, la glorificación de la estética y de lo efímero. Hasta el último instante mantuvo que toda política emancipadora radica en las masas y en la organización. Luchar desde abajo sin aislarse jamás de la multitud ni avanzar sin saber hacia dónde dirigirse: un equilibrio teórico y práctico singular en nuestros días, que ofrece entre otras cosas un plan de acción accesible a quien lo desee. Tres: la aspiración democrática de los ciudadanos de a pie y la consecuente desconfianza con respecto a las « élites » y los « oligarcas » de todos los rincones del planeta ha reavivado, junto al avance populista «de la izquierda», la crítica de la democracia representativa. Ocupación de puestos en el RIC (referéndum de iniciativa ciudadana) reclamada por los chalecos amarillos, la demanda es unánime: la política debe regresar a las bases. «Las palabras de la expresión democracia representativa se contradicen mutuamente», afirmaba Bookchin en los años 80. El comunalismo, en cierto modo heredero de la ciudad de Atenas, llega en el momento apropiado.
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Para el lector interesado en la biografía del pensador, la editorial Virus dispone de varias obras en su catálogo (ver notas): Ecología o catástrofe, la vida de Murray Bookchin. Al lector atrapado por la falta de tiempo, le aconsejamos estas columnas. Digamos solamente lo siguiente: nacido en 1921, fallecido en 2006, el que fuera calificado en su época por la Internacional situacionista de « cretino confusionista » (un « error », tal y como nos confesó Raoul Vaneigem durante el verano de 2019) fue entre otras cosas militante comunista ortodoxo, trotskista y anarquista. Más tarde, el nativo de Bronx, heredero de una familia obrera judía rusa, marcó las distancias con el anarquismo para concluir su gran proyecto político: el municipalismo libertario o comunalismo. La síntesis de una vida de militantismo y de reflexión ‑para ello Bookchin afirmó que extraía «lo mejor del marxismo y del anarquismo». Conservó del primero la racionalidad y el deseo de abordar sistémicamente el mundo; del segundo su perspectiva federalista y la crítica del Estado y de las jerarquías.
Ese era, según sus propias palabras, el objetivo asignado al comunalismo: « reemplazar el Estado, la urbanización, la jerarquía y el capitalismo con instituciones de democracia directa y de cooperación». Bookchin imaginó todas las etapas necesarias para que culminase la revolución social — comprendió que el germen palpitaba bajo los escombros de España, de Moscú o de Chile. Las etapas se formulaban a grandes rasgos de la siguiente manera: crear polos municipalistas locales (receptivos, según las necesidades, a las especificidades culturales del territorio); instaurar asambleas democráticas (el requisito principal, la plena libertad de expresión); trabajar para divulgarlas con reivindicaciones perceptibles para cualquier individuo; propagar la educación popular; apropiarse de las alcaldías; recorrer el país y articular la integridad de las nuevas comunas autogobernadas; establecer un Congreso de delegados — o « Comuna de comunas confederadas » — con el objetivo de centralizar lo que deba centralizarse; armarse; expropiar a los privilegiados mediante la municipalización de la economía; vaciar el Estado — es decir « el sistema de imposición social profesional » — de su legitimidad reguladora y por lo tanto de su poder; derrocarlo al cabo de un eventual enfrentamiento y comprometerse, paralelamente a la creación de una nueva Internacional, con la plena expansión del comunismo libertario ecologista. Encontraremos todos los detalles en esta revista.
¿Ciudadanista Bookchin?
« Probablemente no baste, por muy ‘éticos’ que puedan ser algunos,
con que haya espacios “participativos”, “concertados” de diálogo ».
En 2019, la revista Silence, que aboga por la promoción de la no violencia y la «creación de utopías », presentó a Bookchin como su « gran fuente de inspiración ». El mismo año, Pablo Servigne, líder de la colapsología y simpático partisano de la rehabilitación de la « espiritualidad » en la esfera política, animaba a « leer y releer » su obra. Extinction Rebellion, paladín de la no violencia verde, de los tratamientos energéticos y las burbujas reparadoras, lo cita a su vez en uno de sus boletines informativos. En noviembre se publicó la Guía del municipalismo con el subtítulo: Por una ciudad ciudadana, apaciguada, abierta. La guía está coordinada por Barcelona en Comú, coescrita por la hija de Bookchin y la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, y apadrinada en Francia por Commonspolis (« un think-do tank al servicio de redes y culturas por el cambio […] [y la] transformación no violenta de los conflictos para construir políticas ciudadanas»). El Instituto de concertación y participación ciudadana por su parte promueve el municipalismo en el marco de las elecciones francesas de 2020: citando a Bookchin, insta a reforzar el poder de los ciudadanos (« en particular por medio de dispositivos ambiciosos de concertación pública y de diálogo entre las partes interesadas»), mejorar « la cohesión de nuestra sociedad», refundar la democracia y debatir « exigiendo apertura y buena voluntad». Junto a Europe Ecologie – Les Verts, los grupos de acción municipalista y social (GAMES) reivindican asimismo al teórico estadounidense y se presentan en calidad de « plataforma ciudadana, creativa y colaborativa» y aspiran también a presentar listas en 2020.
Tomamos prestada a Frédéric Lordon su definición de ciudadanismo, ya que sintetiza lo que significa dicha corriente: « Discutir por discutir pero no resolver nada, no decidir nada y sobre todo no cultivar nada. Una especie de sueño democrático esponjoso concebido precisamente para que no brote nada ». Tememos la apropiación ciudadanista de la obra de Bookchin ‑temor compartido entre otros por el ensayista y agricultor Floréal M.Romero en su reciente libro Agir ici et maintenant: so pretexto del comunalismo, el acceso a las alcaldías surge como un simple « reciclaje de la socialdemocracia». Sin embargo es indiscutible que Bookchin apostaba por el escalón electoral municipal (era la única alternativa) para permitir que las asambleas se apoderen de los pueblos y ciudades. Pero ahí está el quid: no se trataba de un fin sino de una palanca. En uno de los prefacios que escribió para Rehacer la sociedad, Bookchin apuntaba que no se trataba de « limitarse a una simple práctica electoral»6. « La única solución real, es destruirlo [el capitalismo] ya que encarna todos los males ‑desde los valores patriarcales hasta la explotación de clase », escribió. Si lo leemos atentamente comprenderemos que la acción comunalista no admite ninguna ambigüedad: abolición del capitalismo, de las clases sociales, del criterio de crecimiento, del Estado, de la policía, del ejército, de la propiedad privada de los medios de producción, de las jerarquías dentro de la especie humana (de género y de raza) y del control de este último sobre el conjunto del mundo animal y vegetal. Probablemente no baste, por muy “éticos” que puedan ser algunos, con que haya espacios “participativos”, “concertados” de diálogo. Así como tampoco será suficiente con la “economía social y solidaria”, el “comercio justo” y los escasos “circuitos cortos” existentes, cooperativas tan apreciadas por los municipalistas.
El poder, es decir, las armas
Tomemos como ejemplo a Francia y sus casi 67 millones de habitantes. ¿Los efectivos de la Policía Nacional? Alrededor de 150.000 hombres y mujeres. ¿La gendarmería? 100 000. ¿El ejército de tierra? Más de 110 000. La potencia del fuego. De este modo resulta obvio que el armamento ‑está de sobra demostrado que golpeará a los partisanos de la justicia y la igualdad en cuanto representen una amenaza substancial al orden capitalista- .El Chile del liberal Piñera dispara con balas reales; la Francia del liberal Macron extirpa ojos, arranca manos, golpea a bomberos y a estudiantes de secundaria: y aquí (en Francia) no se trata ni mucho menos de un asunto relacionado con casos de enriquecimiento ilícito o de una eventual desprivatización. Un lugar como la ZAD* (Zone à défendre) solo puede resistir si el ejército se queda fuera, un presidente demasiado complaciente observa cómo le reemplaza rápidamente su fiel lugarteniente (recordemos a Compaoré).Lo que significa que cualquier propuesta anticapitalista que no plantee desde su eclosión la cuestión de las fuerzas armadas será por consiguiente nula y sin efecto. Lenin, que al menos tenía dos dedos de frente, no escribió en vano, la víspera de la toma del poder bolchevique, que para que la revolución sobreviviese habría que «remplazar la policía por una milicia popular» ‑la cual « se integraría en el ejército (dicho de otro modo: «equipar de armas al conjunto del pueblo para que este sustituya al ejército permanente).
« Lo que significa que cualquier propuesta anticapitalista que no plantee desde su eclosión la cuestión de las fuerzas armadas será por consiguiente nula y sin efecto »
¿En este caso qué es lo que apoya la doctrina comunalista? En su obra Un autre futur pour le Kurdistán (Un futuro diferente para el Kurdistán) el ensayista Pierre Bance ha subrayado el cambio de tendencia de Bookchin: su estrategia de descomposición progresiva del Estado (década de los 70) evoluciona hacia una estrategia de confrontación (años 90). Insinúa que habrá que afrontar el poder estatal en cada avance comunal y al mismo tiempo habrá que trabajar mucho para mantenerlo a distancia en la medida de lo posible, esta es la gran batalla revolucionaria. El « segundo » Bookchin ya tenía dudas: el despliegue democrático representará una amenaza para el Estado, este por lo tanto atacará («Desde luego no creo que la burguesía renuncie a su estatus de forma voluntaria, ¡y menos aún a su control sobre la sociedad! », declaraba en 1996). Exenta de fuerzas de autodefensa, la experiencia comunalista se hallará así « a su merced». De ahí el imperativo, formulado explícitamente por su compañera y exegeta Janet Biehl, de « constituir una milicia para remplazar a la policía y al ejército » en todas las áreas bajo control de las asambleas.
Una milicia (o « guardia cívica», por emplear un termino con una connotación menos negativa en estos momentos) que dependa totalmente de los habitantes y dotada de oficiales elegidos. En El Municipalismo libertario leemos que la tensión entre las comunas y el Estado es incluso « deseable »: a medida en que el comunalismo se extienda dentro de las fronteras nacionales, acumulando de hecho más poder (un « poder paralelo », un « contra-poder»: «un país dentro del país», sintetiza Romero), el Estado, deslegitimado gradualmente, estará obligado a reaccionar. El inevitable cara a cara posterior determinará quién saldrá vencedor; si la revolución democrática o el estado capitalista.
Por lo tanto, el concepto de « vaciar el Estado» que mencionaba Bookchin se merece toda nuestra atención: él consideraba que una insurrección frontal estaba abocada al fracaso teniendo en cuenta los efectivos represivos vigentes. Por lo tanto, llegado el día el paciente proceso comunalista debía debilitar el conjunto de las instituciones estatales para provocar su caída, «sin demasiadas dificultades». Bookchin aseguraba que « al fin y al cabo el hecho de que el pueblo tuviese poder dependía de si tenía o no armas ». De esta manera vinculaba, fiel a su inspiración griega, la democracia popular a la autodefensa. En 1995, en From urbanization to cities, perfilaba la idea: una guarnición civil compuesta de patrullas rotatorias, con fines policiales y contingentes militares bien entrenados para responder a las amenazas del exterior ».
*
No podemos simpatizar con todas las ideas que Bookchin desarrolló (la propia Biehl estima que es preferible construir el comunalismo sin poner en tela de juicio el Estado-nacion7): es preferible hablar sobre sus tesis y la aplicación geográfica y temporal de las mismas; somos libres de apartar su obra de un manotazo; sin embargo no podríamos ratificarla sin entender la coherencia del conjunto de su doctrina. Sí, lo hemos comprendido, él no titubea: incorporarse a una alcaldía, incluso gobernar una ciudad, no aporta amparo alguno si no se integra en una transformación global «intransigente con el orden social». Es decir, el del fin del reino capitalista en beneficio de una « sociedad comunista libertaria». Ni más ni menos.
Bibliografía disponible en castellano:
- La ecología de la libertad, Murray Bookchin (Nossa y Jara editores 1999)
- Los anarquistas españoles, Murray Bookchin (Numa ediciones 2001)
- Rehacer la sociedad (Lom ediciones, Chile, 2012), distribuido en el estado español por la editorial Txalaparta
- Anarquismo social o anarquismo personal (Virus Editorial, 2012)
- Las políticas de la ecología social: municipalismo libertario (Virus, 2015)
- Ecología o catástrofe, Janet Biehl (Virus, 2017)
- La próxima revolución, Murray Bookchin (Virus, 2019)
- La próxima revolución (Virus, 2019)
- Revolución en Rojava, Anja Flach, Ercan Ayboga, Michael Knapp (Descontrol Editorial, 2017)
- Aprenguem de la revolució de Rojava, Baran Pedraforca (cat) / Aprendamos de la revolución de Rojava (Descontrol Editorial, 2018)
- La revolució ignorada (cat)/ La revolución ignorada, varios autores (Descontrol Editorial, 2016)
Os invitamos a explorar los siguientes links:
rojavaazadimadrid.org/libros | www.rebeldemule.org | www.ecologiesociale.ch | En ecologiasocial.com : Murray Bookchin: la perspectiva libertaria de la ecología social