Por ter­cera vez en tres años el ejérci­to tur­co invade la región autóno­ma de Roja­va con el obje­ti­vo de destru­ir su sin­gu­lar pro­ce­so rev­olu­cionario. En esta ocasión un fem­i­ni­cidio cru­cial ha expuesto clara­mente los propósi­tos geno­ci­das de Ankara.


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El pasa­do 13 de octubre, Yeni Şafak, el diario isla­m­ona­cional­ista tur­co clam­a­ba tri­un­fal­mente: “Como resul­ta­do de una operación de éxi­to, con­fir­mamos que la sec­re­taria gen­er­al del Par­tido del Futuro de Siria ya no podrá causar daño alguno”.

La cita­da operación de éxi­to con­siste en el sal­va­je asesina­to de la joven políti­ca Havrin Kha­laf y su chófer. Si bien la pren­sa ha difun­di­do la noti­cia de su muerte, ape­nas se ha dado cober­tu­ra a su vio­lación. Según el tes­ti­mo­nio de un peri­odista kur­do, la joven habría sido vio­la­da y pos­te­ri­or­mente lap­i­da­da- cir­cun­stan­cia que los medios france­ses han omi­ti­do y que los medios inter­na­cionales prác­ti­ca­mente han ignorado.

hevrin khalaf

Cadáver de mujer, pre­sun­ta­mente el de Havrin Kha­laf © Mil­i­tar tur­co o reser­va de la mili­cia pro turca.

Las mili­cias islamis­tas sirias al ser­vi­cio de Turquía han recibido la orden de no pub­licar más videos de sus asesinatos. Sin lugar a dudas la ima­gen del cuer­po sin vida de Havrin repro­duci­do en este tex­to for­ma parte de las imá­genes elim­i­nadas en las redes sociales.

Sin embar­go esta vio­lación es emblemáti­ca, ya que no solo rep­re­sen­ta la “limpieza” étni­ca de un ter­ri­to­rio con­cre­to, sino que sim­boliza la destruc­ción de todo un pueblo más allá de las fron­teras de Roja­va. Este es ni más ni menos el ver­dadero carác­ter de la guer­ra con­tra los kur­dos empren­di­da por Erdoğan y los man­dos tur­cos pre­de­ce­sores des­de hace décadas. La inter­ven­ción en Roja­va es solo un sim­ple avatar.

Havrin Kha­laf tenía 35 años, era diri­gente del Con­se­jo democráti­co sirio (CDS) y sec­re­taria gen­er­al del par­tido Futuro de Siria que rea­gru­pa­ba a kur­dos y árabes, frente a Daesh y las dic­taduras siria y tur­ca. Era además fem­i­nista y com­bat­ía por un futuro abier­to y alter­na­ti­vo; al pare­cer soltera –des­de luego no tenía hijos ni era una damisela en la som­bra- esta cir­cun­stan­cia suponía una ame­naza de primer orden para la Weltan­schaung, la del líder tur­co y la de los adu­ladores del Esta­do Islámi­co. Rep­re­senta­ba una ame­naza porque era una mujer mod­er­na y mil­ita­ba por un Ori­ente Medio laico y democráti­co. Para las fuerzas pro Erdoğan era esen­cial masacrar el cuer­po de Havrin, es como si a través del mis­mo agrediesen el proyec­to kur­do en vig­or, igual­i­tario y lib­er­tario, es decir, el proyec­to idea­do por Abdul­lah Ocalan, ene­mi­go n°1 de Ankara.

Esta vio­len­cia de género for­ma parte de la estrate­gia guber­na­men­tal tur­ca con­tra todas las opos­i­toras y en par­tic­u­lar, con­tra las mujeres kur­das. Hemos podi­do con­statar­lo en la propia Turquía, cuya policía humil­la sis­temáti­ca­mente a las mil­i­tantes del PKK arrestadas. Además de los abu­sos per­pe­tra­dos, las imá­genes de mujeres desnudas y mal­tratadas han sido pub­li­cadas en redes sociales, lo que sig­nifi­ca un insul­to mayús­cu­lo para una sociedad patri­ar­cal y tradi­cional como la kur­da. Tal y como sucedió con la mil­i­tante del PKK Kevs­er Eltürk, tor­tu­ra­da, asesina­da, arrastra­da por las calles y graba­da por la policía tur­ca. Recordemos tam­bién los reg­istros, acom­paña­dos a menudo de agre­siones de género, y las deten­ciones masi­vas del ejérci­to en el Kur­dis­tán tur­co, tras el aten­ta­do de Suruç, el 20 de julio de 2015. Var­ios repor­ta­jes nos mues­tran a mil­itares exhi­bi­en­do preser­v­a­tivos usa­dos jun­to a lencería femeni­na encon­tra­da en las vivien­das kur­das, tal y como denun­ció la escrito­ra Aslı Erdoğan. Mul­ti­tud de hog­a­res kur­dos han sido allana­dos, pro­fana­dos de este modo, hacien­do que el regre­so resulte difícil.

En este caso los asesinos de Hevral y su chófer han fil­ma­do el crimen y han pub­li­ca­do las imá­genes. En una de ellas se obser­va el sigu­iente cuadro sinie­stro: un mili­ciano aplas­ta con su bota el cuer­po de la joven mien­tras encañona el arma con­tra su frente. Está claro que el cuer­po de la mujer ha sido des­ig­na­do a propósi­to como cam­po de batal­la; en él figu­ra con letras de san­gre el man­i­fiesto de quienes desean elim­i­nar la rev­olu­ción a la que dan vida mujeres kur­das como Havrin. Tal y como escribe la jurista fem­i­nista esta­dounidense Catharine McK­in­non, la vio­lación geno­ci­da, porque se tra­ta sin duda de eso, supone un instru­men­to de comu­ni­cación de un grupo de hom­bres hacia otro: el cuer­po muti­la­do de la joven rep­re­sen­ta al con­jun­to del grupo y anun­cia la suerte que les depara. Obvi­a­mente la vio­lación y el fem­i­ni­cidio augu­ran lo peor, sobre todo cuan­do se con­vierten en fenó­menos de masa. Lo vimos en Bosnia, en Ruan­da y más recien­te­mente en el Kur­dis­tán iraquí con las yezidíes. La políti­ca geno­ci­da resul­ta asquerosa­mente coherente.

Durante el ver­a­no de 2015, el mun­do asis­tió, impo­tente, al geno­cidio sis­temáti­co del pueblo kur­do de con­fe­sión yezidí refu­gia­do en ple­na canícu­la en el monte Sin­jar. Las matan­zas, las vio­la­ciones, la suerte de niños y mujeres con­ver­tidos en esclavos por miem­bros de Daesh fueron con­de­nadas, debati­das, lamen­tadas, llo­radas. Una víc­ti­ma emblemáti­ca, Nadia Murad, fue “rec­om­pen­sa­da” con el Pre­mio Nobel (de qué, nos lo pre­gun­ta­mos), pero en real­i­dad nada cam­bió, los yezidíes con­tinúan vivien­do en la inse­guri­dad y la mis­e­ria, los 250 000 que habi­tan la región sub­sis­ten en cam­pos de refu­gia­dos en condi­ciones deplorables.

Cua­tro años más tarde la ame­naza de un futuro seme­jante planea sobre otra comu­nidad kur­da. Para el líder tur­co, que ame­naza con estrel­lar sus cabezas, los kur­dos en gen­er­al, los de Roja­va en par­tic­u­lar (al mar­gen de su gra­do de adhe­sión al PKK) y todos sus sim­pa­ti­zantes, son mal­he­chores (para Daesh los no creyentes, los hijos del dia­blo eran los yezidíes), reú­nen las cual­i­dades que tan­to le hor­rip­i­lan, es decir: reivin­di­can el respeto hacia las per­sonas y los val­ores democráti­cos, los dere­chos humanos, la igual­dad de sex­os, la lib­er­tad de con­cien­cia, la ecología etc.

En real­i­dad Erdoğan rat­i­fi­ca por com­ple­to la ide­ología de los gru­pos arma­dos islamis­tas, mili­cias que ha apoy­a­do en todo momen­to y que los kur­dos de Roja­va vencieron con cre­ces antes de ser vil­mente aban­don­a­dos por sus ali­a­dos occi­den­tales. Al fin y al cabo a estos últi­mos les con­vence más acatar el chan­ta­je en relación a los refu­gia­dos infligi­do por su ali­a­do tur­co, miem­bro de la OTAN, que apo­yar una expe­ri­en­cia rev­olu­cionar­ia excepcional.

La auto­ra de estas líneas ha pub­li­ca­do en las pági­nas del diario francés Medi­a­part numerosos artícu­los entu­si­as­tas a raíz de su via­je a Roja­va en 2016. Por esta razón le pre­ocu­pa la indifer­en­cia euro­pea frente al geno­cidio que se va per­fi­lan­do y al mis­mo tiem­po obser­va con gran inqui­etud la desapari­ción pro­gra­ma­da del úni­co proyec­to de carác­ter igual­i­tario y democráti­co ajeno a las direc­tri­ces occi­den­tales, sin duda imper­fec­to, pero que ha sido crea­do y lle­va­do a la prác­ti­ca por las prin­ci­pales partes intere­sadas. Los kur­dos no serán las úni­cas víc­ti­mas de la ter­cera ofen­si­va tur­ca a lo largo de la fron­tera siria; todos aque­l­los, tam­bién aquí en Fran­cia, que defien­den la lai­ci­dad y la aper­tu­ra al mun­do, se verán afectados.

No nos equiv­o­que­mos: la vio­lación de Havrin Kha­laf no es solo una declaración de guer­ra a toda una comu­nidad, es tam­bién una declaración de guer­ra a los dere­chos de las mujeres en toda la región.

Car­ol Mann


 

Car­ol Mann es sociólo­ga, espe­cial­ista en estu­dios de género y con­flic­tos arma­dos, inves­ti­gado­ra en el L.E.G.S. Paris VIII y fun­dado­ra de la aso­ciación Women in War.


Traducido por Maite
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