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Los artícu­los de pren­sa y las exposi­ciones que pre­sen­tan las obras que Zehra Doğan ha real­iza­do en prisión desta­can el hecho de que haya dibu­ja­do uti­lizan­do san­gre menstrual.

En la cár­cel de mujeres de Amed Zehra no dispone de ningún mate­r­i­al, es decir pig­men­tos, papel, lien­zos, pince­les… con los que poder per­pet­u­ar su arte. De modo que ha sortea­do la pro­hibi­ción al com­pro­bar, tal y como cuen­ta ella mis­ma, que al fin y al cabo “lo ten­go todo al alcance de la mano”. De man­era que ha empeza­do a uti­lizar difer­entes teji­dos, resid­u­os de cartón, diver­sos tipos de papel reci­cla­do, plumas y cabel­los. Ha elab­o­ra­do “impre­siones” sobre soportes húme­dos, o a base de grasa de coci­na, o bien sirvién­dose de excre­men­tos de pájaros.

Describe el cal­abo­zo, sus muros descas­car­il­la­dos y el patio de paseo en el que los pájaros en lib­er­tad sat­is­facen sus necesi­dades y traza después con un bic o una mina for­mas, cuer­pos de mujeres, silue­tas desnudas, surgi­das a par­tir de una huel­la incier­ta. Esta ha sido la búsque­da pic­tóri­ca de Zehra, sirvién­dose de pequeños for­matos, a par­tir del momen­to en el que le han pro­hibido dispon­er de mate­r­i­al con el que poder ejercer su creación artística.

Al mis­mo tiem­po Zehra Doğan ha ido exper­i­men­tan­do con pig­men­tos nat­u­rales, espe­cias, píl­do­ras trit­u­radas, mez­cladas o machacadas.

Gran parte de los col­orantes y las mez­clas mal­olientes que ha elab­o­ra­do, así como diver­sos exper­i­men­tos u obras acabadas, han sido destru­i­dos por los vig­i­lantes ya que los con­sid­er­an “dese­chos”, “pro­duc­tos repug­nantes de olor inso­portable” o bien han sido con­fis­ca­dos tal y como sucedió con algu­nas de sus obras. Los últi­mos meses de 2017 tran­scur­rieron de esta guisa, jugan­do al gato y al ratón, ayu­da­da y apoy­a­da por sus com­pañeras de celda.

Mien­tras tan­to ha segui­do pele­an­do para poder dispon­er de un espa­cio, un rincón apto para dibu­jar, pin­tar y pro­te­ger sus creaciones.

Durante un tiem­po le fue nega­da toda comu­ni­cación con el exte­ri­or, ya que había incumpli­do el reglamen­to, entre otros motivos por “can­tar jun­to con otras pri­sion­eras” y prin­ci­pal­mente por haber man­i­fes­ta­do un espíritu de resisten­cia colec­ti­va.

Las autori­dades de la cár­cel se han hecho eco de las reseñas pub­li­cadas en el exte­ri­or, fru­to de la cam­paña de sol­i­dari­dad que se va desar­rol­lan­do des­de hace dos años y en la que fig­u­ran entre otrxs per­son­al­i­dades del arte con­tem­porá­neo. Por otra parte la admin­is­tración no ve con buenos ojos la lle­ga­da masi­va de car­tas y postales, pero está oblig­a­da a acep­tar las mues­tras de sol­i­dari­dad.

Pero hablar y escribir acer­ca del uso de la “san­gre men­stru­al” no solo es percibido como tabú, sino que rep­re­sen­ta especí­fi­ca­mente la resisten­cia de la mujer y reivin­di­ca con orgul­lo su esta­tus y su género, es uti­liza­do como un arma de rebeldía den­tro del pro­ce­so artís­ti­co. Esto ha sido el col­mo para la moral bea­ta y para los reglamen­tos y la men­tal­i­dad patri­ar­cal de la cárcel…

Evi­den­te­mente hemos vis­to artícu­los de pren­sa que si bien son favor­ables a Zehra Doğan, uti­lizan el tér­mi­no “san­gre” con una con­no­tación escan­dalosa o provo­cado­ra, referi­das a una cár­cel de mujeres… Artícu­los que ni tan siquiera men­cio­nan que Zehra no se limi­ta a hac­er un sim­ple lla­mamien­to des­de su condi­ción de víc­ti­ma, sino que a sus 29 años, reivin­di­ca el tiem­po tran­scur­ri­do en prisión como un perío­do de pleno dere­cho, de escrit­u­ra, reflex­ión, creación y lucha. Ser una mujer enjaula­da for­ma parte de la contienda.

Zehra reivin­di­ca alto y claro su esta­tus de mujer. Para ella el tabú men­stru­al es en real­i­dad un tabú patri­ar­cal, ocul­to tras la locu­ción “suciedad y fal­ta de higiene”, es decir “un esta­tus into­ca­ble”. Se supone que la san­gre de las mujeres es sucia y sin embar­go la de los már­tires se glo­ri­fi­ca. Se ala­ba al escritor que baña la pluma en su san­gre y tam­bién el jura­men­to caballeresco sel­l­a­do con san­gre, pero el flu­jo men­stru­al está con­sid­er­a­do como algo abyecto.

El hecho de mezclar el rojo de la san­gre con el amar­il­lo de la cúr­cuma, el café, las cenizas o el jugo de hier­bas no es para Zehra ni una provo­cación ni un llan­to de auto­com­pasión, sino una reivin­di­cación de orden exis­ten­cial. Se tra­ta de la savia de su creación. El Arte sin arti­fi­cios, al mar­gen de los mer­ca­dos con­tem­porá­neos, un arte efímero ya que es destru­i­do cuan­do cae en manos de la censura.

En una de sus últi­mas misi­vas Zehra nos cuen­ta con pre­cisión y vig­or cómo se ajus­ta a esta especie de diál­o­go con sus guardianes, cuan­do le cues­tio­nan a propósi­to del “uso de la san­gre men­stru­al”, infor­ma­ción recogi­da por los esca­sos medios que resisten acor­ral­a­dos, fuera del alcance del ojo avi­zor del todopoderoso.

Es como si Zehra Doğan escri­biese “El rojo de la san­gre es un col­or, es el que fluye en tier­ras kur­das”.


La de hoy es una jornada “repugnante”

La jor­na­da se anto­ja nau­se­abun­da. Un día tór­ri­do, enter­ra­do en la matriz de la His­to­ria, sus­pendi­do en algún lugar, que aneste­sia el cere­bro a cada instante, con ese rui­do mecáni­co que no cesa…

La vig­i­lante abre la puer­ta y anun­cia “Que ven­ga Zehra Doğan, el guardián jefe quiere hablar­le”. Atravieso la puer­ta acom­paña­da de Mer­al, la rep­re­sen­tante de nues­tra zona, mien­tras me digo a mí mis­ma “¿Qué crimen habré cometi­do en esta ocasión? ¿Cuál será el dibu­jo de la dis­cor­dia?”. El guardián jefe espera en el pasil­lo. Se pone a hablar con un gesto rel­a­ti­va­mente amable, como que­rien­do decir no sé cómo expre­sar­lo… “No se eno­je con­mi­go pero al pare­cer está dibu­jan­do con san­gre, ¿es eso cier­to?” me pre­gun­ta con una vergüen­za patri­ar­cal. Evi­ta uti­lizar la pal­abra “men­stru­al” y se limi­ta a decir “san­gre”.

Respon­do al hom­bre, mostrán­dole que no hay ningún moti­vo para excusarse o sen­tirse cul­pa­ble, “sí”. “Deje de hac­er­lo, el per­son­al de la cár­cel está asquea­do, tiene miedo de infec­tarse” me espe­ta. Y la vig­i­lante que le acom­paña añade “sí, es repug­nante”. Este veto me pil­la despre­veni­da, no me esper­a­ba algo así.

Puesto que soy la propi­etaria de esa cosa repug­nante, sin­tién­dome respon­s­able, respon­do al instante: “¿Repug­nante? Lo que resul­ta repug­nante es que nos encon­tremos encer­radas aquí injus­ta­mente y que para col­mo no me autori­cen el acce­so a útiles que en mi condi­ción de artista me son impre­scindibles. Lo que ten­go que sopor­tar aquí es vom­i­ti­vo. De man­era que solo puedo replicar con­tra este esta­do repug­nante uti­lizan­do algo que la sociedad y el poder patri­ar­cal perciben como tal. Es decir, la san­gre men­stru­al. Solo puedo definir esta repul­sión cotid­i­ana uti­lizan­do algo que os resul­ta repug­nante a vosotros, la san­gre men­stru­al. Si estáis asquea­d­os es que he logra­do mi objetivo”.

Me hubiese gus­ta­do expli­car­les que la san­gre men­stru­al detenta­ba una con­no­tación sagra­da en la His­to­ria, que no se tra­ta de algo asqueroso, ni de micro­bios, que cier­tos aborí­genes y comu­nidades trib­ales la uti­lizan para curar heri­das. Pero carez­co de áni­mo y de todos mod­os ellos no tienen pacien­cia para escucharme.

El guardián jefe, al com­pro­bar mi deter­mi­nación trans­for­ma su dis­cur­so en un asun­to de con­cien­cia “Si tuviese con­cien­cia no haría algo que repugna a las per­sonas y les expone a una infec­ción. Yo des­de luego, si la tocase no sal­dría del cuar­to de baño en todo el día” me dice. Doy por zan­ja­do el tema respon­di­en­do: “Sería estu­pen­do si el argu­men­to de con­cien­cia fuese recípro­co. Y que ust­ed pud­iese tam­bién revis­ar la suya cuan­do de for­ma arbi­traria se nie­ga a facil­i­tarme mate­r­i­al de dibu­jo. De nada me sirve ese argu­men­to, la con­cien­cia no fun­ciona si se le ponen bar­reras, úni­ca­mente ve la luz aque­l­lo que existe”.

El hecho de que me digan todo esto demues­tra que hace tiem­po ya que he gana­do. Son siem­pre los der­ro­ta­dos los que supli­can a los vence­dores. En este caso soy yo la más fuerte. En mis manos ten­go un arma muy poderosa y no saben qué hac­er frente a esta situación. Así que recur­ren a la con­cien­cia con el obje­ti­vo de fre­n­arme. Sé lo que sig­nifi­ca la con­cien­cia, lo he apren­di­do com­bat­ien­do en algo en lo que creo. Lo úni­co que nos que­da es pre­cisa­mente escuchar la voz de la con­cien­cia. Y yo la escu­cho siem­pre. Y me dice “sigue ade­lante con tu arte, no pares de dibu­jar y escribir pase lo que pase”. Yo le hago caso y deci­do continuar.

Es lo que sucede cuan­do se es mujer en un sis­tema patri­ar­cal. Des­de hace cin­co mil años nos con­sid­er­an malditas, repug­nantes. Es pro­pio de las reli­giones monoteís­tas malde­cir su propia simiente, la semi­l­la que las creó, los óvulos…En el judaís­mo una mujer que tiene la regla no toca ningún obje­to, come en un pla­to difer­ente, duerme en otra cama e inclu­so la sacan de casa, para que no ahuyente el bien­es­tar. Se supone que el indi­vid­uo que la toca se con­t­a­m­i­na. Cuan­do final­iza el ciclo men­stru­al la mujer se lava, rompe el pla­to y tras haber hecho sus ofren­das, regre­sa a casa. En el islam es pare­ci­do. La mujer que tiene la regla no puedo rezar, ni pos­trarse, ni ayu­nar. No puede entrar en la mezqui­ta. Los guisos que coci­na no son comestibles, los ali­men­tos que toca se alter­an. Judaís­mo, cris­tian­is­mo o islam, la hos­til­i­dad de las reli­giones patri­ar­cales hacia las mujeres es así. Encer­rar­las, maldecirlas.

Es lo que me ani­ma a lle­var a cabo este proyec­to. He queri­do que todxs lxs sociedades patri­ar­cales lo perciban, que sien­tan asco de la mujer repugnante.

Imag­i­nad un diputa­do, una rep­re­sen­tante encarcelada…De ahí mi decisión de dibu­jar los planes de Ley­la Güven, ya que las fotos están pro­hibidas y no disponemos de papel. De man­era que dibu­jo sobre un papel des­gar­ra­do, el que se usa para embalar limones. ¿No os parece esta sim­ple cir­cun­stan­cia, es decir que ni tan siquiera teng­amos papel para dibu­jar, un acto en sí repugnante?

En fin, os toca a vosotros opinar lo que es repug­nante, si mis dibu­jos o mi día a día.

Zehra Doğan
Agos­to de 2018, Maz­mor­ra de Amed

Zehra Doğan – 2018 Cár­cel de Diyarbakır (Amed)
Boli y san­gre men­stru­al sobre tela de algo­dón recu­per­a­da de una vie­ja camise­ta, 30*40 cm aproximadamente.
Foto de Jef Rabil­lon en sol­i­dari­dad con Zehra.

  • sang blood kan zehra dogan art

Reporte espe­cial Zehra Doğan (francés, inglés, español, tur­co, kurdo)
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Traducido por Maite
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Zehra Doğan
Auteure, mem­bre d’hon­neur de Kedistan
Jour­nal­iste, artiste. Jour­nal­ist, artist. Gazete­ci, sanatçı.