Finales de Abril, nubes gris­es se agol­pan por enci­ma de las arte­rias polvorien­tas de Man­bidj. La ani­mación está de regre­so des­de que las Fuerzas Democráti­cas Sirias (FDS) lib­er­aran la urbe en Agos­to de 2016.


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Manbidj

En uno de los grandes bule­vares de la ciu­dad, una úni­ca pan­car­ta en árabe, kur­do, turk­meno y cir­casiano nos señala el local de la Asam­blea de Mujeres, cuya entra­da está res­guarda­da por blo­ques de cemen­to y la pres­en­cia de hom­bres de seguri­dad armados.

Los primeros tiem­pos fueron difí­ciles, hubo que seguir el ras­tro deja­do por las orga­ni­za­ciones que nos pre­cedieron”, nos expli­ca en árabe Mahera, trein­tañera, de ros­tro firme, rodea­da de una doce­na de mujeres de todas las edades y de orí­genes diver­sos. “Cuan­do la ciu­dad fue lib­er­a­da la pop­u­lación comen­zó a ver de buenos ojos a las FDS. De man­era que los cama­radas hicieron una cam­paña de puer­ta a puer­ta y pro­pusieron a los respon­s­ables de todas las comu­nidades que se aso­cia­ran para admin­is­trar la ciu­dad. Los kur­dos, árabes, turk­menos y cir­casianos nos hemos unido y com­par­ti­mos la mis­ma esper­an­za de democ­ra­cia y lib­er­tad. Las FSD nos con­vencieron de que nues­tra alian­za era nece­saria. Com­prendi­mos que sus for­mas eran democráti­cas, sin dis­crim­i­na­ciones. Aho­ra creemos seri­amente en este sistema”.

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Aunque la ciu­dad haya sufri­do menos que Kobane, aún que­da mucho por reconstruir.

Tras lib­er­ar Man­bidj, las FDS tuvieron que hac­er frente al reto de reunir en torno al proyec­to políti­co de la Fed­eración Democráti­ca de Norte de Siria (FDNS)1a los habi­tantes de este mosaico étni­co y lingüís­ti­co, com­puesto por cer­ca de 70% de árabes, 20% de kur­dos, 5% de turk­menos y un pequeño grupo de cir­casianos, que durante dece­nas de años per­manecieron divi­di­dos a causa de las políti­cas trib­ales y con­ser­vado­ras aupadas por el rég­i­men sirio y exac­er­badas durante los 3 años en los que Man­bidj fue bastión del EI.

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En el zoco de Manbidj

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En el zoco de Manbidj

Aquí es difí­cil con­seguir que las cosas cam­bi­en. Afa­narse en ello es todo un desafío, es muy emo­cio­nante” nos rev­ela con la mira­da pizpire­ta Ner­giz Ismay­il, la enér­gi­ca respon­s­able de la Acad­e­mia de Mujeres de Man­bidj des­de su creación hace aho­ra un año y tres meses. En las zonas con­tro­ladas por la admin­is­tración autóno­ma de FNDS, rep­re­sen­ta­da aquí por el Con­se­jo Civ­il de Man­bidj, las Acad­e­mias son lugares de for­ma­ción políti­ca. Las con­sagradas a las mujeres tra­scien­den esta tarea, tal y como nos expli­ca Nergiz:

El soporte prin­ci­pal para la autode­fen­sa de las mujeres es la edu­cación. Orga­ni­zamos diver­sas activi­dades, cur­sos, char­las acer­ca de la mujer, los niños, la famil­ia y la his­to­ria, entre otras. Antes se man­tenía a las mujeres en la igno­ran­cia. Eran edu­cadas según el ideario de la men­tal­i­dad patri­ar­cal. Repro­ducían en sus hijos y en su entorno la vio­len­cia que habían sufri­do en sus propias carnes. Es esta la men­tal­i­dad que debe­mos cam­biar. Las mujeres deben recon­stru­ir su propia iden­ti­dad, la eman­ci­pación no con­siste en ser como los hom­bres, ya que ni tan siquiera ellos son libres. Por lo tan­to debe­mos lib­er­ar a las mujeres y a los hombres”.

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Ner­giz

De momen­to un edi­fi­cio dis­cre­to de la per­ife­ria de Man­bidj alber­ga la Acad­e­mia. No todos acep­tan que las mujeres dispon­gan de un local de reunión pro­pio. “No ha habido una que­ja ofi­cial, los hom­bres molestos con este tema no se atreven a mostrar­lo públi­ca­mente. Algunos aparentan acep­tar el nue­vo sis­tema, par­tic­i­pan inclu­so en la admin­is­tración del mis­mo, pero den­tro del hog­ar siguen pegan­do a la mujer. Existe un prob­le­ma de fon­do en las men­tal­i­dades. Siem­pre se ha con­sid­er­a­do a las mujeres como un obje­to y los hom­bres que las perciben como tal no pueden acep­tar la igual­dad de género. Aunque la vio­len­cia no se man­i­fi­es­ta en pleno día como en la época de Daesh, la vio­len­cia ver­bal y psi­cológ­i­ca sigue pre­sente. Pero com­pren­demos a esos hom­bres y que la raíz está en la edu­cación que han recibido. No pre­tendemos reba­jar­les, quer­e­mos dar­les una edu­cación y con­tribuir a que adquier­an con­fi­an­za en sí mismas”.

Tras este preám­bu­lo Ner­giz nos invi­ta a pasar. En prin­ci­pio la Acad­e­mia de mujeres es un lugar no mix­to. Pero la respon­s­able se trae algo entre manos. Con la son­risa en los labios nos dice: “para algu­nas de estas mujeres estar en una estancia con un hom­bre descono­ci­do impli­ca ya un gran cam­bio. Hac­er­les pre­gun­tas, mostrar que nos intere­samos en ellas es impor­tante, les val­oriza. Es tam­bién el ger­men de una rev­olu­ción. Guiar a las mujeres árabes, turk­me­nas, cir­casianas hacia la Acad­e­mia ha sido una tarea difí­cil tenien­do en cuen­ta has­ta qué pun­to están arraiga­dos en esta cul­tura el patri­ar­ca­do y las vio­len­cias domés­ti­cas. A un hom­bre que no pega a su mujer se le con­sid­era un débil. Hablam­os mucho con las mujeres de cada grupo. Y no pre­tendemos impon­er nue­stros pun­tos de vista a la fuerza. Si una mujer nos dice que el hom­bre es supe­ri­or a la mujer, no le con­tradec­i­mos, pero le invi­ta­mos a nues­tras activi­dades, con la esper­an­za de que cam­bie de opinión por sí sola – cosa que sucede con frecuencia”.

En el inte­ri­or una vein­te­na de mujeres de todas las edades per­manecen sen­tadas en las ban­que­tas de una pequeña aula, ilu­mi­na­da por la difusa clar­i­dad que dejan traspasar las ven­tanas ocul­tas por las corti­nas. Frente a ellas, tras el pupitre cer­ca de una pizarra cubier­ta de fras­es en árabe, se encuen­tra una joven mujer dan­do clase, como des­cubrire­mos más tarde pertenece al movimien­to juve­nil. En la pared están pre­sen­tas las fotos de los com­bat­ientes ori­un­dos de Man­bidj caí­dos már­tires durante la lucha con­tra el EI, así como posters de fig­uras de diver­sos orí­genes, impor­tantes para el movimien­to de mujeres. En el cen­tro, el ros­tro de Abdul­lah Öcalan. “Un pueblo no puede alcan­zar la lib­er­tad si sus mujeres no son libres” declaró el líder del PKK que ha hecho de la lib­eración de la mujer el núcleo cen­tral de la teoría políti­ca de la Nación Democráti­ca. Más tarde el movimien­to de mujeres ha desar­rol­la­do el con­cep­to de la Jine­ología, lit­eral­mente “cien­cia de las mujeres” con el obje­ti­vo de por­menorizar la teoría y los principios.

Tomamos asien­to. Ner­giz expli­ca a las asis­tentes el moti­vo de mi pres­en­cia. Da ini­cio un diál­o­go que se pro­lon­gará durante más de una hora. Por turnos las mujeres que desean inter­venir se lev­an­tan y toman la pal­abra. Si bien al prin­ci­pio son pocas las que se atreven, a medi­da que van tran­scur­rien­do los min­u­tos par­tic­i­pan prác­ti­ca­mente todas, de man­era espon­tánea. En cada ocasión Ner­giz añade algunos ele­men­tos a propósi­to de la trayec­to­ria per­son­al que cada una.

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Thawra, cuyo nom­bre sig­nifi­ca “rev­olu­ción” en árabe, tiene entre 20 y 30 años y es la primera en inter­venir. Esta joven ha real­iza­do estu­dios de teología y ha vivi­do bajo la ocu­pación de Daesh.

Antes yo desconocía todo acer­ca de las mujeres, no me conocía ni a mí mis­ma. Me con­sid­er­a­ban un obje­to. No podía expre­sarme en públi­co. Aunque había cur­sa­do estu­dios estando aquí me di cuen­ta del gra­do de mi igno­ran­cia, no sabía qué papel inter­pre­tar en la sociedad. Noso­tras no com­prendíamos que éramos seres humanos y no máquinas para fab­ricar bebés. Com­prendí estando aquí que yo tenía una baza que jugar en la sociedad. En este lugar se reú­nen mujeres de hor­i­zontes diver­sos y hablan unas con otras, apren­den unas con otras. Me han gus­ta­do mucho estos talleres, aho­ra quisiera que pudiése­mos orga­ni­zar­los en otros lugares, sobre todo en las zonas rurales”.

Zemzem de 24 años, añade: “Proven­go de un pueblo. Me habían enseña­do que los campesinos eran igno­rantes, que sola­mente los citadi­nos tenían una edu­cación”. Una mujer cer­cana a los cin­cuen­ta, pun­tu­al­iza: “Antes creía que las mujeres instru­idas y las anal­fa­betas no podían estar jun­tas. Pero he com­pren­di­do que es posi­ble. Aho­ra entien­do que mujeres de hor­i­zontes difer­entes pueden tra­ba­jar juntas”.

A mí me gus­taría sub­ra­yar” nos dice Suzanne, vein­teañera, “que yo estudié en el antiguo sis­tema estatal, que era muy con­ser­vador. Y no se per­mitía cues­tionar la enseñan­za”. Una mujer de unos cuarenta años ha acu­d­i­do acom­paña­da de una de sus hijas. “Con lo que he apren­di­do aquí de aho­ra en ade­lante voy a poder cri­ar mejor a mis hijos, cam­biar su educación”.

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Fat­ma

Fat­ma, de 17 años, es la copres­i­den­ta de la comu­na2de su pueblo y se encar­ga de la cuestión de las vio­len­cias sex­is­tas. Nos cuen­ta, un poco intim­i­da­da. “Antes de venir aquí yo no sabía gran cosa sobre las mujeres. Oí hablar de la acad­e­mia y de la com­pañera Ner­giz y decidí venir a cono­cer­la. Cuan­do llegué aquí y vi jun­tas a todas estas mujeres de difer­entes hor­i­zontes, me llevé una sor­pre­sa agrad­able. Resul­ta muy difí­cil par­tic­i­par en estas clases. Si lo haces eres víc­ti­ma de la pre­sión social. Yo tenía una ven­ta­ja, que mi padre conocía el movimien­to, así que resultó más fácil. Cuan­do las FDS nos lib­er­aron en 2016 comen­zó a apren­der su ide­ología, con admiración. Cuan­do vine aquí me tra­je a otras cua­tro mujeres. Des­de entonces en el pueblo c bru­ja. Cuan­do me con­vertí en copres­i­den­ta de la comu­na la pre­sión social era tal que pen­sé inclu­so en el sui­cidio. Recibí ame­nazas de muerte de parte de mer­ce­nar­ios que tra­ba­ja­ban con el ejérci­to tur­co. Pero quiero enseñar a las chi­cas de mi edad que lo podemos conseguir”.

En las zonas rurales de la región de Man­bidj la influ­en­cia trib­al es más impor­tante que en los núcleos urbanos.

La for­ma­ción en la Acad­e­mia dura 20 días, la últi­ma jor­na­da está ded­i­ca­da a una ráp­i­da instruc­ción mil­i­tar. Una vez acaba­do el cur­so, la may­oría de las mujeres ambi­cio­nan difundir en su entorno lo que han apren­di­do. Como Sha­dia: “Soy pro­fe­so­ra y tra­ba­jo en los archivos. Cuan­do acabe la for­ma­ción pien­so trans­mi­tir a las mujeres que tra­ba­jan con­mi­go las tres cosas que he apren­di­do aquí: la éti­ca, la moral; el espíritu de cama­radería; la humildad”.

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Estas mujeres no están dis­pues­tas a pre­scindir de la lib­er­tad que han obtenido. “Lo que he com­pren­di­do aquí es que las mujeres tienen un poder real. El sis­tema nos ha oprim­i­do, pero aho­ra podemos cam­biar las cosas” afir­ma una mujer de unos trein­ta años de edad.

Pero se tra­ta de un com­bate arduo y cotid­i­ano. Malek es copres­i­dente de una comu­na: “Ven­go de un pueblo muy con­ser­vador, para mí estar aquí supone un acto rev­olu­cionario, es muy duro. Mi mari­do me pega todos los días, me gol­pea en la cara porque tra­ba­jo en una comu­na, porque par­ticipo en la rev­olu­ción. Quiero que lo sepáis. La rev­olu­ción es difícil”.

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Cuan­do se tra­ta de vio­len­cia sex­u­al las víc­ti­mas encuen­tran apoyo en la casa de las mujeres (Mala Jîn), una orga­ni­zación que lucha con­tra la vio­len­cia famil­iar y conyu­gal y defiende los dere­chos de las mujeres.

Shi­lan la respon­s­able, expli­ca: “Nues­tra tarea aquí con­siste en resolver las difi­cul­tades de las mujeres. Se tra­ta prin­ci­pal­mente de prob­le­mas famil­iares y conyu­gales. Antes por ejem­p­lo los hom­bres podían ten­er has­ta cua­tro mujeres, lo cual es fuente de con­flic­tos. Otro tema con­tro­ver­tido es la cus­to­dia de los niños. Has­ta los 15 años cor­re­sponde a la madre, pero después pasa al padre. En fin, hay vio­len­cia domés­ti­ca. SI una mujer viene dicien­do que ha sufri­do mal­os tratos, bus­camos prue­bas, si es pre­ciso solici­ta­mos un exa­m­en médi­co y luego trans­miti­mos el caso a la jus­ti­cia. No inter­ven­i­mos más de tres veces. Si al cabo de tres veces nada ha cam­bi­a­do, entreg­amos el expe­di­ente al tri­bunal. Aseso­ramos a la mujer durante el pro­ced­imien­to jurídi­co. Al prin­ci­pio teníamos 150 casos por mes. Pero van dis­min­uyen­do pro­gre­si­va­mente, este mes solo hemos tenido 80. Nos gus­taría realizar más proyec­tos, abrir otras casas además de las tres que ya exis­ten, pero nece­si­ta­mos ayu­da financiera del exte­ri­or”.

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Esta mujer quiere divor­cia­rse. Ha acu­d­i­do a la casa de las mujeres para que le ayu­den a con­vencer a su mari­do.
Jihane dialo­ga con ambas partes para bus­car una solución.

En caso de necesi­dad la casa de las mujeres puede con­tar con el apoyo del ala femeni­na de los Asay­ish, las fuerzas de seguri­dad inte­ri­or. Las mujeres Asay­ish lle­van a cabo las mis­mas tar­eas que sus homól­o­gos mas­culi­nos, pero inter­vienen par­tic­u­lar­mente en las cues­tiones rela­cionadas con las mujeres. En la sede de Asay­ish encon­tramos a Fat­wa, Hanane, Fadia y Rym. Tienen entre veinte y trein­ta años, una es kur­da, las otras son árabes. Su coman­dante, una mujer cer­cana a los cuarenta, exhibe los ras­gos mar­ca­dos de los com­bat­ientes que han pasa­do años en la mon­taña como guer­rilleros del PKK. Al ser solic­i­ta­da en otro lugar, nos deja hablar a solas con las jóvenes.

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Nos ha toca­do aten­der muchos prob­le­mas conyu­gales, las pare­jas se pelean prin­ci­pal­mente por los hijos. En una ocasión estábamos patrul­lan­do cuan­do una mujer se plan­tó delante nue­stro, llo­ran­do porque su mari­do se había lle­va­do a los niños y ella quería recu­per­ar­los” nos expli­ca Rym.

Fat­wa, de voz firme y mira­da clara, añade: “Si una mujer tiene prob­le­mas conyu­gales y quiere divor­cia­rse le pro­ponemos dos solu­ciones. O la envi­amos al tri­bunal para que un juez se haga car­go del expe­di­ente o bien la dirigi­mos a la casa de las mujeres que a su vez orga­ni­zará el pro­ced­imien­to jun­to con el tri­bunal y los Ayay­ish. Hace poco tuvi­mos el caso de una de mis cama­radas Asay­ish que quería divor­cia­rse. Esta­ba en su casa cuan­do llegó el mari­do con la inten­ción de lle­varse a los hijos. Quería pegar­le. Con­sigu­ió con­tac­tarme y me dijo que no podía salir porque él quería gol­pearle. Inter­ven­i­mos de inmedi­a­to. Cuan­do les tra­ji­mos aquí empezó por negar­lo, dijo que lo úni­co que quería era que estu­viesen todos jun­tos. Pero su esposa replicó que men­tía, que le pega­ba y quería obligar­le a aban­donar nues­tra cor­po­ración. Volvíamos a las antiguas tradi­ciones que estip­u­la­ban que la esposa debía quedarse en casa y dedi­carse exclu­si­va­mente a los hijos. Pero nues­tra cama­ra­da ya había encon­tra­do su lugar en la sociedad, de man­era que aban­donó al mari­do y enci­ma se quedó con los hijos”.

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Cer­e­mo­nia fúne­bre de un Asayesh, tres com­bat­ientes (dos hom­bres y una mujer) cayeron mártires.

Fadia for­ma parte de la patrul­la de car­reteras. Duda si expre­sarse o no, pero aca­ba por con­tarnos: “Al prin­ci­pio la gente nos mira­ba de una man­era extraña. Las mujeres Asay­ish han con­segui­do que otras ciu­dadanas sien­tan deseos de seguir sus pasos, algu­nas están aquí des­de la lib­eración de la región, yo lle­vo 10 meses. La mira­da de la gente ha cam­bi­a­do, espe­cial­mente la de los clanes. Han empeza­do a diri­gir a sus hijas hacia noso­tras, se ha con­ver­tido en una especie de orgul­lo para ellos”.

Hanane añade: “En la actu­al­i­dad la mujer jue­ga un papel muy impor­tante en la sociedad. Después de haber sufri­do mucho durante años, podemos por fin alcan­zar nue­stro obje­ti­vo”. Enlaza con una his­to­ria que ha vivi­do de cer­ca. “Vivíamos en un pueblo y allí está pro­hibido que una mujer perteneciese a una orga­ni­zación y menos aún a una fuerza arma­da. Una ami­ga mía quería unirse a noso­tras pero su famil­ia se oponía. La encer­raron en casa. Yo me enteré. Así que inter­ven­i­mos y aho­ra ella está con noso­tras. Tam­bién se ha rec­on­cil­i­a­do con su familia”.

Las jóvenes se han alis­ta­do por diver­sos motivos, no solo por el hecho de con­tar con una fuente de ingresos.

El sufrim­ien­to que tuvi­mos que pade­cer cuan­do Daesh con­tro­la­ba nues­tra ciu­dad me ha trans­for­ma­do” nos cuen­ta Fat­wa, de tinte som­brío. “Es hor­ri­ble ver cómo lap­i­dan has­ta la muerte a una mujer y yo lo he pres­en­ci­a­do con mis pro­pios ojos. Todo eso ha hecho que mi corazón se endurez­ca ante Daesh, ante la injus­ti­cia. Cuan­do tomaron el con­trol de Man­bidj comen­zaron a lle­varse a las niñas. Inten­taron com­pro­m­e­ter­las con el obje­ti­vo de con­seguir lo que querían y forz­a­ban a aque­l­las que se nega­ban. Por ejem­p­lo un sex­a­ge­nario se casa­ba con una chi­ca de 13 o 14 años. Si le asesin­a­ban a él la muchacha se qued­a­ba sola, sin futuro alguno. Este panora­ma ha moti­va­do nue­stro ingre­so en las fuerzas armadas”.

Fadia agre­ga: “Mi madre estu­vo pri­sion­era con Daesh y cuan­do íbamos a ver­le, nos decían: ¿y si os encer­ráse­mos con ella? Nosotros no podíamos abrir la boca, no respeta­ban a nadie, decían a los padres: no per­mitáis que vues­tras hijas sal­gan vesti­das con camise­tas y vaque­ros. Cuan­do veía en los puestos de con­trol a las mujeres Asay­ish atavi­adas con su uni­forme me daban ganas de unirme a ellas. En mi opinión las mujeres pueden tra­ba­jar en cualquier ámbito, ya sea la políti­ca, el ejérci­to o la prensa”.

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Estat­ua antigua decap­i­ta­da por Daesh.

Hanane: “Yo pien­so que para las mujeres incor­po­rarse a las Asay­ish es como una real­ización. Antes decidían los hom­bres, eran los úni­cos que tra­ba­ja­ban en la sociedad. Pero aho­ra con nues­tra labor demostramos que las mujeres pueden hac­er lo mis­mo que los hom­bres, hac­er­lo mejor inclu­so. Si esta­mos aquí es porque amamos a nue­stro país”

Rym pun­tu­al­iza: “Las mujeres eran víc­ti­mas de injus­ti­cias des­de hace mucho tiem­po, solo debían cuidar a los hijos, no podían dar su opinión. Si estoy aquí aho­ra es para com­bat­ir esa injusticia”.

Para que su eman­ci­pación sea posi­ble, el movimien­to de mujeres pone en mar­cha en todos los ter­ri­to­rios con­tro­la­dos por la DFSN estruc­turas no mix­tas ded­i­cadas exclu­si­va­mente a ellas, para­le­las a las estruc­turas mix­tas de la sociedad y que respon­den a solic­i­tudes proce­dentes de difer­entes esferas. La Asam­blea de Mujeres coor­di­na todos los proyec­tos de las Asay­ish, de la Acad­e­mia y de la casa de mujeres. La Asam­blea de Man­bidj abrió sus puer­tas en Mar­zo de 2017.

La Asam­blea tiene como obje­ti­vo ocu­parse de las necesi­dades de las mujeres. Para entrar en con­tac­to con ellas vamos de puer­ta en puer­ta” nos cuen­ta Hevî. “Este ulti­mo año la prin­ci­pal difi­cul­tad de las mujeres ha sido de orden económico”.

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Kur­da, árabe, cir­casiana, turk­me­na, estas mujeres inte­gran la asam­blea de mujeres.

Nadie ron­da los cin­cuen­ta, es turk­me­na. Nos enten­demos en tur­co, sin necesi­dad de tra­duc­tor. Ella resume lo que difer­entes mujeres pre­sentes han esta­do dicien­do alter­na­ti­va­mente. “Después de Daesh no sabíamos lo que era ser mujer. En la época de Daesh las mujeres no existían. Éramos vis­tas como un útil repro­duc­tor, nada más. Pero al lle­gar la democ­ra­cia las mujeres mostraron su exis­ten­cia. Aquí somos todas iguales. No hay difer­en­cia entre kur­das, turk­me­nas o árabes. Tra­ba­jamos jun­tas, deba­ti­mos jun­tas, afronta­mos jun­tas los mis­mos prob­le­mas. En la actu­al­i­dad si una de noso­tras tiene difi­cul­tades con su mari­do, con su famil­ia puede afir­mar su per­son­al­i­dad, mostrar que existe. Antes las mujeres no conocían sus dere­chos, aho­ra sin embar­go sí”.

Veinte mujeres de difer­entes edades diri­gen la asam­blea, repar­tidas en cua­tro comités: economía, edu­cación, tra­ba­jo social…

Las comu­nas están empezan­do a fun­cionar, se nece­si­tan mujeres que asuman el car­go de copres­i­den­tas. Quer­e­mos obten­er el mis­mo resul­ta­do que en el can­tón de Cizirê. Hay que respon­der a las necesi­dades de las mujeres pero tra­ba­jar al mis­mo tiem­po para la orga­ni­zación. La Asam­blea de mujeres fun­ciona de man­era inde­pen­di­ente pero ellas con­tribuyen al pro­gre­so del sis­tema. Por ejem­p­lo, el comité de edu­cación está preparan­do una visi­ta a los refu­gia­dos de Afrin con el obje­ti­vo de pro­pon­er a las mujeres que par­ticipen en las jor­nadas educa­ti­vas sobre Jine­ología” nos expli­ca Hevî.

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Locales de una asam­blea comu­nal de Man­bidj oeste, codi­rigi­da por Fat­ma y Hassan.

Fat­ma: “Lle­vo tra­ba­jan­do en la comu­na des­de su creación hace aho­ra 20 meses. Quiero ayu­dar a la gente, en par­tic­u­lar a las mujeres. Estas per­sonas han pade­ci­do el rég­i­men de Assad y después el ter­ror­is­mo. Todos nos hemos per­cata­do de la difer­en­cia. El sis­tema en Man­bidj es todavía muy trib­al. De momen­to, lo que impor­ta en las comu­nas es poder lle­var a cabo los proyectos”.

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Naz­i­ma al Osman, copres­i­den­ta del dis­tri­to de Al Bared, se encar­ga de los ser­vi­cios públi­cos (elec­t­ri­ci­dad, combustible).

La comisión encar­ga­da de la economía posee sus pro­pios locales. Se encar­ga de bus­car un empleo a las mujeres de man­era que puedan cubrir sus propias necesi­dades sin ten­er que depen­der de sus mari­dos o famil­ias. Los dos prin­ci­pales sec­tores de activi­dad de Man­bidj son la agri­cul­tura y el comercio.

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Son numerosas las que tra­ba­jan en la agri­cul­tura pero están mal pagadas. Sin embar­go son escasas las que se ded­i­can al com­er­cio. “Inclu­so si estu­di­an nego­cios, lle­gan a lo mucho a pro­fe­so­ras” tes­ti­mo­nia Ihtis­sar. La comisión ha abier­to un pequeño restau­rante ges­tion­a­do por mujeres que han deci­di­do jun­tar sus suel­dos para poder finan­cia­r­lo. Tienen en mente mon­tar una fábri­ca tex­til. Son muchas las que se prestan vol­un­tarias, sin embar­go son pocas las que pueden apor­tar una ayu­da financiera. El movimien­to de mujeres se basa en proyec­tos de coop­er­a­ti­vas que per­miten desar­rol­lar la activi­dad económi­ca de las mujeres. En Man­bidj, a difer­en­cia de regiones como Cizirê o Kobane, aún no han podi­do lle­var a cabo estos proyec­tos ya que care­cen de medios.

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Restau­rante ges­tion­a­do por el movimien­to de mujeres.

Man­bidj es un ejem­p­lo intere­sante para percibir la expan­sión del proyec­to políti­co resul­tante del movimien­to kur­do en todas las comu­nidades del norte de Siria. Evi­den­te­mente este cam­bio no se hace sin tra­bas. Las tribus no ven siem­pre con buenos ojos su pér­di­da de influ­en­cia y los cam­bios sociales orig­i­na­dos por la admin­is­tración autóno­ma, en par­tic­u­lar la eman­ci­pación de las mujeres. En Enero y Mar­zo de 2018 tribus de los alrede­dores de Man­bidj orga­ni­zaron man­i­festa­ciones en las que clam­a­ban por el retorno del rég­i­men sirio (algu­nas etnias eran reservis­tas antes de la guer­ra). Varias tienen lazos con gru­pos pro tur­cos cuya línea de com­bate se encuen­tra a ape­nas 20 kms de dis­tan­cia. Varias veces por sem­ana las fuerzas de seguri­dad sufren ataques. Si bien la som­bra de Turquía planea detrás de estas ten­ta­ti­vas de deses­ta­bi­lización, los hay que señalan con el dedo al rég­i­men. Turquía sigue ame­nazan­do con atacar Man­bidj. De momen­to la coali­ción entre Fran­cia y Esta­dos Unidos con las FDS ha reforza­do su pres­en­cia mil­i­tar y ha dis­ua­di­do al tur­bu­len­to socio den­tro de la OTAN de eje­cu­tar sus ame­nazas. Al mis­mo tiem­po tran­quil­izan a las fuerzas locales en lo que se respec­ta a la con­tinuidad del Con­se­jo Civ­il de Man­bidj. Pero su apoyo a largo pla­zo es una incógnita.

Frente a las ame­nazas, la admin­is­tración autóno­ma de Man­bidj inten­ta mostrarse lo más inclu­si­va posi­ble. En las pare­des abun­dan los retratos de Abou Lay­la, caris­máti­co fun­dador del Con­se­jo Mil­i­tar de Man­bidj, que fue heri­do de muerte durante los com­bat­es que se pro­du­jeron cer­ca de la ciu­dad en Junio de 2016. Sin embar­go la pres­en­cia de Abdul­lah Öcalan, cuyo retra­to es ampli­a­mente difun­di­do en otras zonas, es aquí mucho más dis­cre­to, aunque es cier­to que hemos podi­do ver una ima­gen foto­shopea­da que le rep­re­sen­ta con el atuen­do tradi­cional árabe, rega­lo de una tribu a la Acad­e­mia de mujeres.

Manbidj

Lxs man­dos proce­dentes del movimien­to kur­do pre­sentes en el ter­ri­to­rio son ori­undxs de la región y hablan árabe con flu­idez. Aunque por aho­ra ocu­pan puestos clave, prin­ci­pal­mente a escala region­al, van desa­pare­cien­do poco a poco de los car­gos secun­dar­ios, cuyas respon­s­abil­i­dades han sido con­fi­adas a locales for­madxs pre­vi­a­mente. Lo que sig­nifi­ca un paso ade­lante hacia un fun­cionamien­to más democráti­co que solo podrá realizarse ple­na­mente a largo pla­zo y en un con­tex­to más apacigua­do. La admin­is­tración inten­ta darse prisa en sus ten­ta­ti­vas en aras de una mejor inte­gración en la población. Podrán con­tar con el apoyo de las mujeres ya que han sido con­quis­tadas por su proyec­to políti­co y que no están dis­pues­tas a pre­scindir de las lib­er­tades que tan­to tra­ba­jo les ha costa­do alcanzar.

Aho­ra sé lo que quiero” afir­ma Nadia. “Cuáles son mis dere­chos y mis deseos. Mi relación con el mun­do. Antes era, “limpias, coci­nas, tienes hijos”. Antes yo tam­bién me qued­a­ba en casa, cuid­a­ba a los niños, a mi mari­do, cocin­a­ba. Con la lle­ga­da de la democ­ra­cia todo ha cam­bi­a­do. Aho­ra sé que ten­go un objetivo”.

Loez
Abril 2018

Manbidj

Pre­sentación de una con­fer­en­cia cul­tur­al orga­ni­za­da por el munici­pio. Han tenido que tra­ba­jar durante un año para poder reunir a rep­re­sen­tantes de todas las comunidades.


Traducido por Maité
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Loez
Pho­to-jour­nal­iste indépendant
Loez s’in­téresse depuis plusieurs années aux con­séquences des États-nations sur le peu­ple kurde, et aux luttes de celui-ci.