Hemos rescata­do un tex­to del his­to­ri­ador Eti­enne Copeaux pub­li­ca­do el pasa­do Octubre en su blog susam-sokak.fr cuyo análi­sis sigue vigente en la actualidad.

Kedis­tan

La remarcable estabilidad de Turquía

En 2018 Erdoğan habrá cumpli­do tan­tos años o más que Ataturk al frente de Turquía, ya sea en cal­i­dad de primer min­istro o bien como pres­i­dente. Lle­vará en el car­go más años que el “Jefe nacional” İsm­et İnönü (1938–1950) y muchos más que Adnan Menderes, anti kemal­ista e impul­sor de una deter­mi­na­da reli­giosi­dad (1950–1960). A excep­ción de estos peri­o­dos longevos los gob­ier­nos han sido prin­ci­pal­mente efímeros, los gob­er­nantes se han ido suce­di­en­do, alternán­dose los unos a los otros, pero sin grandes cam­bios: (Erdal İnönü, Süley­man Demirel, Bülent Ece­vit, Necmet­tin Erbakan, Tan­su Çiller, Mesut Yıl­maz…). Coa­li­ciones, deser­ciones, des­ti­tu­ciones, dis­olu­ciones, elec­ciones antic­i­padas, nos recuer­dan la vida políti­ca de la IV Repúbli­ca Francesa.

¿Pero este dato altera aca­so la esen­cia políti­ca? Has­ta la lle­ga­da de Erdoğan, el país estu­vo dirigi­do siem­pre por el ejérci­to. Si ten­emos en cuen­ta las “cues­tiones nacionales” (mil­lî dava, que agluti­nan lo que yo cal­i­fi­co como “con­sen­so oblig­a­to­rio”,1)no ha habido prác­ti­ca­mente ningún cam­bio. El inmovil­is­mo que atañe prin­ci­pal­mente a cin­co temas con­cre­tos, es fla­grante. Algu­nas de estas cues­tiones están tan asim­i­ladas que ni tan siquiera se mencionan.

Con­for­man en su con­jun­to lo que podemos definir con toda legit­im­i­dad como “el prob­le­ma turco”.

Turquía
“El sol nace en el horizonte, caminemos camaradas”. La vida política turca desde el prisma del caricaturista Tan, Cumhuriyet, 3 de Mayo de 1997. De izquierda a derecha, Deniz Baykal, presidente del partido kemalista CHP; Mesul Yılmaz, presidente del partido de derechas ANAP; y Bülent Ecevit, presidente del partido democrático de izquierda (DSP).

El sol nace en el hor­i­zonte, caminemos cama­radas”. La vida políti­ca tur­ca des­de el pris­ma del car­i­ca­tur­ista Tan, Cumhuriyet, 3 de Mayo de 1997. De izquier­da a derecha, Deniz Baykal, pres­i­dente del par­tido kemal­ista CHP; Mesul Yil­maz, pres­i­dente del par­tido de dere­chas ANAP; y Bülent Ece­vit, pres­i­dente del par­tido democráti­co de izquier­da (DSP).

1. La negación del genocidio armenio

En real­i­dad, en lo que respec­ta al geno­cidio de 1915, el ver­dadero crimen es la propia negación.

Los prin­ci­pales tex­tos de Vahakn Dadri­an y Tan­er Akçam sobre el juicio a los respon­s­ables del geno­cidio de 1919–1920 pub­li­ca­dos en Fran­cia en 2015, nos expo­nen con toda clar­i­dad acom­paña­dos de doc­u­men­tos que así lo jus­ti­f­i­can, que la destruc­ción de la población arme­nia fue recono­ci­da, juz­ga­da públi­ca­mente y cas­ti­ga­da. Des­de Noviem­bre de 1918 se debatió en la Cámara de diputa­dos otomana, se pub­li­caron tes­ti­mo­nios de super­vivientes y tam­bién de tur­cos. Durante esta época, antes y a lo largo del pro­ce­so, exis­tió una reflex­ión públi­ca a propósi­to de lo que se cono­cería más tarde como “crimen con­tra la humanidad”. En fin, se sabía todo. Está claro que la acción jurídi­ca se debió en gran parte a la pre­sión de los ali­a­dos que ocu­pa­ban Con­stan­tino­pla, en par­tic­u­lar la de los británi­cos. Nos con­s­ta que el mis­mísi­mo Mustafá Kemal recono­ció el exter­minio arme­nio y lo cal­i­ficó ‑con demasi­a­do can­dor- de “acto ver­gonzoso”. Ya que aún no esta­ba seguro de su rebe­lión y temía la reac­ción de las fuerzas de ocu­pación. En cuan­to tuvo la certeza de su éxi­to, var­ió ensegui­da hacia la negación pura y dura. Y des­de entonces, como bien sabe­mos, la negación ha sido una constante.

El geno­cidio, el más grave de los actos jamás cometi­dos, con­for­ma el prin­ci­pio bási­co de la repúbli­ca, que será musul­mana, una mil­let (comu­nidad reli­giosa) musul­mana ter­ri­to­ri­al­iza­da, que abar­ca geográ­fi­ca­mente la Ana­to­lia y cuyas fron­teras políti­cas serán las definidas en el Pacto nacional (28 de Enero de 1920). Se tra­ta del ini­cio de una limpieza étni­ca que prosigu­ió has­ta los años sesen­ta e inclu­so 1974, si ten­emos en cuen­ta el caso de Chipre.

El interés políti­co de la negación del geno­cidio es que agluti­na a la población en torno a una com­pli­ci­dad. Es más o menos lo que Han­na Arendt denom­inó refir­ién­dose a la Ale­ma­nia nazi como cul­pa­bil­i­dad orga­ni­za­da. De man­era que la negación exon­era a la población de toda respon­s­abil­i­dad sobre lo acon­te­ci­do y de todo análi­sis luci­do acer­ca del pasa­do (lo que Freud llam­a­ba perlaboración)…puesto que no sucedió nada.

La negación provo­ca una parado­ja irres­ol­u­ble, tenien­do en cuen­ta que deja fuera del mar­co repub­li­cano a su ele­men­to fun­dador. Lo que deri­va en una doble ten­sión entre la real­i­dad ana­to­lia y el dis­cur­so nacional, elab­o­ra­do en 1930, que com­prende exclu­si­va­mente “la his­to­ria de los tur­cos”. De hecho, la época de la negación supu­so tam­bién la adop­ción del prin­ci­pio de lai­ci­dad a ini­cia­ti­va de Mustafá Kemal, lo que sig­nificó en real­i­dad una toma de con­trol del islam por parte del Esta­do. ¿Pero qué val­or tiene una lai­ci­dad procla­ma­da después de haber elim­i­na­do prác­ti­ca­mente a todos los no musul­manes? Según el filó­so­fo Olivi­er Abel, “la lai­ci­dad solo es posi­ble en una sociedad mul­ti­con­fe­sion­al a condi­ción de que cada religión admi­ta que exis­ten var­ios ‘idiomas de Dios’ ”. En real­i­dad la lai­ci­dad servirá durante mucho tiem­po para ocul­tar el carác­ter musul­mán de la nación.

2. Definición de la nación a través de la religión

La defini­ción de la nación pro­cede de la limpieza étni­ca lle­va­da a cabo durante el pro­pio pro­ce­so de su creación.
¿Por qué dec­i­mos que el geno­cidio mar­ca un hito y en qué consiste?

Con­struye una nación con una población “limpia”, con­cen­tra­da en Ana­to­lia y musul­mana (todos los “inter­cam­bios de población”, es decir expul­siones en masa entre 1923 y 1974, se lle­varon a cabo sigu­ien­do exclu­si­va­mente un cri­te­rio reli­gioso. El carác­ter musul­mán de la nación no responde a una impro­visación; fue con­ce­bido, prin­ci­pal­mente por Ziya Gökalp (su libro “Turquificar, islamizar, mod­ern­izar” se pub­licó en 1918). El pro­ce­so se con­fir­mó gra­cias a una serie de suce­sos que “eximieron a Turquía de sus ele­men­tos alógenos” (la expre­sión pertenece al antropól­o­go suizo Eugène Pit­tard): el geno­cidio (1915), la expul­sión de los judíos de Tra­cia, el gran pogro­mo anti orto­doxo de Estam­bul (1955) segui­do de la deportación de la población y el pos­te­ri­or destier­ro vio­len­to de los orto­dox­os del norte de Chipre (1974).

Mustafá Kemal, condi­ciona­do por su políti­ca laica (aunque se tratase en real­i­dad de una man­era de con­tro­lar la religión) nun­ca recono­ció abier­ta­mente esta defini­ción obje­ti­va de la nación. Sí lo hizo el primer min­istro Adnan Menderes en Konya en 1965: “La nación tur­ca es musul­mana”, máx­i­ma que se con­ver­tiría en uno de los esló­ganes de la extrema derecha, cuyo ultra­na­cional­is­mo esta­ba fuerte­mente impreg­na­do de reli­giosi­dad. A par­tir de ese momen­to los diri­gentes dejarán de procla­mar­lo pero repe­tirán has­ta la saciedad que “la población tur­ca es 99% musul­mana”.

En real­i­dad esta afir­ma­ción demues­tra una sat­is­fac­ción cuya causa no se men­ciona pero se insinúa, la dicha de haber logra­do empare­jar dos con­cep­tos: la de nación como ide­al y la de la población musul­mana como prin­ci­pio tan­gi­ble. Cuan­do se procla­ma esta idea jamás se pre­cisa que no siem­pre fue así, ni tam­poco que se trate de un proyec­to que ha avan­za­do a lo largo de un siglo de man­era violenta.

Durante el peri­o­do que cul­minó con la creación de una nación “99% musul­mana”, una ide­ología exprim­i­da por un grupo de int­elec­tuales en la déca­da de los noven­ta, el Hog­ar de los int­elec­tuales, fue adquirien­do fuerza; esta pro­ponía una visión históri­ca de la nación tur­ca, visión que se con­ver­tiría al mis­mo tiem­po en pun­ta de lan­za y escu­do del islam. Según este prin­ci­pio, denom­i­na­do “sín­te­sis islámi­ca tur­ca”, el carác­ter nacional tur­co solo se puede con­sumar des­de el islam.

Los mil­itares de 1980, en su lucha con­tra el comu­nis­mo, pro­movieron el con­cep­to. Tomaron medi­das impor­tantes para fomen­tar el islam. En los man­uales de his­to­ria la iden­ti­dad tur­ca aparece obvi­a­mente lig­a­da al islam, a su pasa­do, sus héroes, su pro­fe­ta. Se destapó una parte del velo de la lai­ci­dad. No se anuló ningu­na de las medi­das de Mustafá Kemal, para la religión se rein­te­gró sin tapu­jos a la esfera públi­ca. Per­son­al­i­dades cono­ci­das, políti­cos, diri­gentes de par­tidos e inclu­so los mil­itares y policías de alto ran­go comen­zaron a rezar en públi­co, de man­era osten­ta­to­ria, en pres­en­cia de la pren­sa. Lo que sig­nifi­ca­ba la rep­re­sentación visu­al del carác­ter musul­mán de la nación.

Este peri­o­do de sín­te­sis islámi­ca tur­ca coin­cide con el ascen­so del par­tido islamista Refah que en 1994 resultó vence­dor en las grandes urbes, inclu­i­da Estam­bul con Recep Tayyip Erdoğan como alcalde, y acto segui­do cul­minó con una may­oría en la asam­blea en 1995. En oca­siones, el estab­lish­ment kemal­ista y el ejérci­to impusieron regre­siones, como el archicono­ci­do ultimá­tum de 1997 que obligó al gob­ier­no de Refah a dim­i­tir y des­ti­tuyó a Erdoğan en 1998 para encar­ce­lar­lo después. Pero la opinión públi­ca de tinte reli­gioso- reac­cionario inter­pretó estas medi­das como una humil­lación que no hizo sino incre­men­tar la frus­tración que sen­tían, la sen­sación de ser víc­ti­mas de una deri­va anti­democráti­ca y acen­tuó la deter­mi­nación de los par­tidar­ios de la sín­te­sis islámi­ca turca.

Este pro­ce­so con­duce al AKP al poder en 2002. Lo que sig­nifi­ca que el AKP y Erdoğan no rep­re­sen­tan una rup­tura; se tra­ta de la cul­mi­nación de una cor­ri­ente políti­ca que podemos afir­mar está lig­a­da ide­ológi­ca­mente a Ziya Gökalp y de fac­to, al genocidio.
Puede que me equiv­oque pero no recuer­do ningún otro caso de un per­son­aje políti­co que haya puesto en tela de juicio públi­ca­mente el carác­ter musul­mán de la nación.

Si lo exam­i­namos a largo pla­zo esta cir­cun­stan­cia sim­boliza una segun­da negación ya que viene dis­fraza­da de lai­ci­dad. No es que Erdoğan pre­ten­da con­stru­ir una Turquía más reli­giosa que sus pre­de­ce­sores “laicos”, sim­ple­mente lev­an­ta el velo de la laicidad.

3. El nacionalismo

Freud, en la obra ” El futuro de una ilusión” que ver­sa sobre religión, nos invi­ta implíci­ta­mente a pros­eguir su análi­sis respec­to a otros “lega­dos cul­tur­ales”: “¿no deberíamos tam­bién denom­i­nar ilu­siones a las pre­sun­ciones que rigen algu­nas de nues­tras dis­posi­ciones estatales?” 

Estas ilu­siones equiv­alen a las para­noias que nos hacen sen­tirnos a gus­to. El nacional­is­mo es una de ellas. Ya que bus­ca el bien­es­tar: nos ase­gu­ra que somos supe­ri­ores, nos incluye en una comu­nidad que nos nece­si­ta, nos quiere y que nosotros quer­e­mos a su vez. Está car­ga­da de libido, nos apor­ta “un halo caliente y amoroso” (Fichte: Dis­cur­so a la nación ale­m­ana). Nos tran­quil­iza. Se per­do­nan las vio­len­cias cometi­das en nom­bre de la nación. El nacional­is­mo legit­i­ma el pasa­do y guía el futuro. Cuan­do está impreg­na­do de reli­giosi­dad, nación y religión se unen mul­ti­pli­can­do así su fuerza.

La his­to­ria teñi­da de nacional­is­mo brin­da un sen­timien­to de vigen­cia del pasa­do, de des­pre­cio del otro, de exce­so. El nacional­is­mo ali­men­ta la ene­mis­tad hacia el Otro, inven­ta un ene­mi­go si es preciso.

Cuan­to más se man­i­fi­es­ta la vio­len­cia en una sociedad más se empeña el nacional­is­mo en legit­i­mar­la y desen­ten­der­se de toda cul­pa­bil­i­dad. Todo lo con­trario, se inten­si­fi­ca, bus­ca otros ene­mi­gos y engen­dra nuevos atro­pel­los. Es la care­ta de la cru­el­dad. El nacional­is­mo y la vio­len­cia se ali­men­tan mutuamente.

De ahí la omnipres­en­cia de los sig­nos nacional­is­tas en Turquía, donde los mítines políti­cos (del AKP pero tam­bién del CHP kemal­ista) se cel­e­bran frente a una marea humana roja de ban­deras, en la que los esló­ganes aflo­ran por doquier, inclu­so en las fal­das de las mon­tañas y el nacional­is­mo, en vez de rep­re­sen­tar una opinión, se con­vierte en una vir­tud oblig­a­to­ria y sagrada.

Que yo sepa, des­de la fun­dación de la repúbli­ca ningún per­son­aje políti­co ha puesto jamás en duda el nacional­is­mo o el carác­ter musul­mán de la nación, ya que hac­er­lo supon­dría cues­tionar la propia república.

Turquía PKK Lice 1998

Noviem­bre de 1998, man­i­festación con­tra el PKK en Lice, orga­ni­za­da por las autori­dades.
Foto Türkiye, 17 de Noviem­bre de 1998.

4. La represión anti kurda

Ha sido con­stante des­de 1921 y en 1921, 1930 y 1938 se reg­istró una extrema vio­len­cia que incluyó masacres y deporta­ciones. Con Ataturk las opera­ciones mil­itares suman una vein­te­na. Luego se repe­tiría una deri­va vio­len­ta idén­ti­ca en los 70 y sobre todo en la déca­da de los 90. Esta con­tien­da forma­ba parte de la “limpieza” gen­er­al de todo aque­l­lo que no fuese tur­co, ni musul­mán suni­ta (ya que muchos de los obje­tivos de las opera­ciones fueron las comu­nidades kur­das alevíes tales como Koç­giri o Dersim).

Todas las for­mas de coac­ción uti­lizadas anun­cian la gran ofen­si­va que se llevó a cabo en el sud­este durante el invier­no de 2015–2016, con­tra los bar­rios y munici­p­ios par­tidar­ios del PKK. Destruc­ción de dis­tri­tos de ciu­dades (Lice 1992); de miles de pueb­los, desplaza­mien­to for­zoso de la población hacia las urbes, arrestos, cen­sura, órdenes restric­ti­vas, ile­gal­ización de par­tidos, vio­len­cias cul­tur­ales, admin­is­tra­ti­vas (munici­p­ios puestos bajo tutela del Esta­do), mil­i­ta­rización de las regiones kur­das (esta­do de excep­ción o zonas de seguri­dad, medi­das de alto el fuego). Se tra­ta de una políti­ca inspi­ra­da en las tác­ti­cas de vio­len­cia colo­nial, prin­ci­pal­mente las empleadas por Fran­cia en Algeria.

En 2013 Erdo­gan ini­ció un pro­ce­so de nego­ciación con el PKK. En aquel entonces declaró que era más difí­cil con­stru­ir la paz que hac­er la guerra.

¡Efec­ti­va­mente! Porque está claro que la guer­ra gob­ier­na en Turquía, es más sen­cil­lo gob­ernar en medio de un cli­ma hos­til. Per­mite un con­trol bru­tal de la sociedad; facili­ta la repre­sión a través de medi­das admin­is­tra­ti­vas y jurídi­cas excep­cionales (la lla­ma­da ley antiter­ror­ista, el esta­do de excep­ción); per­mite la cen­sura y la repre­sión pre­ven­ti­va. Si “hac­er la paz no es fácil” se debe a que requiere renun­ciar a esos méto­dos de con­trol y gob­ier­no. Y más aun tenien­do en cuen­ta que el nacional­is­mo legit­i­ma esa política.

Resum­ien­do, el com­po­nente anti kur­do rep­re­sen­ta el prin­ci­pal fac­tor uni­tario des­de la creación de la repúbli­ca tur­ca. No varía con los difer­entes gobiernos.

5. La violencia, “cuerpo nocturno” de la democracia parlamentaria.

Has­ta 2015 los con­se­jeros y los grandes medios de comu­ni­cación con­sid­er­a­ban a Turquía como la úni­ca “democ­ra­cia” de Ori­ente Medio. Se cel­e­bran elec­ciones con rel­a­ti­va reg­u­lar­i­dad, los políti­cos se reti­ran al ser ven­ci­dos, los ciu­dadanos pueden ele­gir a sus diputados.

Este sis­tema está lim­i­ta­do a su vez por las dis­posi­ciones legales y con­sti­tu­cionales que abor­dé en otro artícu­lo : luego está su “cuer­po noc­turno”.2 Hace poco tuvi­mos un ejem­p­lo. Durante las elec­ciones del 6 de Junio de 2015 el HDP, par­tido de oposi­ción pro kur­do, superó con cre­ces la bar­rera del 10% requeri­da para obten­er una rep­re­sentación en la Asam­blea. Nun­ca antes en la his­to­ria de la repúbli­ca un par­tido que respald­a­ba resolver el prob­le­ma kur­do con la nego­ciación había logra­do un resul­ta­do pare­ci­do. Pero el poder no podía acep­tar seme­jante resul­ta­do. Eligió, por vías con­sti­tu­cionales, poster­gar la for­ma­ción de gob­ier­no más allá de la fecha pre­vista con el obje­ti­vo de con­vo­car un nue­vo son­deo para el 1 de Noviem­bre. Se trata­ba de una man­io­bra “legal”. Pero el “cuer­po noc­turno” se puso manos a la obra para desa­tar la vio­len­cia físi­ca con­tra el HDP, con­tra sus miem­bros, sus diri­gentes e intim­i­dan­do a sus sim­pa­ti­zantes. El HDP no pudo hac­er cam­paña en condi­ciones nor­males y los resul­ta­dos del escru­ti­nio del 1 de Noviem­bre no fueron para el gob­ier­no tan des­fa­vor­ables como los precedentes.

La vio­len­cia legal se emplea con méto­dos extremada­mente potentes: el ejérci­to, la policía, la gen­darmería, las fuerzas de inter­ven­ción ráp­i­da (çevik kuvvet) son respal­dadas por la ley y el reglamen­to, pero actúan al límite de la legal­i­dad. Se tra­ta de las fuerzas espe­ciales cono­ci­das durante mucho tiem­po como Özel tim y los miles de “defen­sores del pueblo”, civiles arma­dos por el ejérci­to, ret­ribui­dos o vol­un­tar­ios, que han mul­ti­pli­ca­do los actos vio­len­tos, de rapiña o de nego­cios de tipo diver­so, a lo largo de la déca­da de los 90. La policía, una fuerza legal en toda regla, emplea con­stan­te­mente méto­dos repre­sivos e inter­roga­to­rios de lo más bru­tales (el asesina­to del foto repórter Metin Gök­te­pe, 1996).3

Esta bru­tal­i­dad legal es la respon­s­able de las guer­ras inter­nas de los años veinte y trein­ta, los 90 y los recientes episo­dios vio­len­tos, prin­ci­pal­mente los acon­te­ci­dos durante el invier­no del 2015–2016, así como el ensañamien­to uti­liza­do en Chipre en 1974, donde cabe destacar la expul­sión del norte de la isla de 200.000 orto­dox­os y la “desapari­ción” de 1600 personas.

Es decir, la vio­len­cia extra legal ha sido una con­stante. Se orga­ni­za por tribus, que se han vis­to reforzadas con la guer­ra y se han enrique­ci­do con el trá­fi­co de armas y dro­gas, lo que les per­mite la adquisi­ción de armas y por mafias, lig­adas a menudo a las tribus. Mafias y tribus que se inter­rela­cio­nan y se fil­tran en la policía y la políti­ca tal y como destapó el caso Susurluk en Noviem­bre de 1996.4

En real­i­dad la “democ­ra­cia” tur­ca está lim­i­ta­da en el espa­cio y frag­men­ta­da en el tiem­po, ya que se ha vis­to inter­rump­i­da en tres oca­siones por golpes de Esta­do vio­len­tos (1960, 1971,1980). Es decir, por man­io­bras legales del ejérci­to que sobrepasan sus límites y actúan con­tra el pro­pio Esta­do. La vio­len­cia fue tan grande, el miedo al ejérci­to tan poderoso, sobre todo en 1980, que basta­ba con una ame­naza para provo­car la dimisión del gob­ier­no (1997).

En fin, cier­tas orga­ni­za­ciones de extrema derecha van más allá que el pro­pio Esta­do en su lóg­i­ca nacional­ista, aca­paran el dis­cur­so estatal pal­abra por pal­abra e inter­pre­tan el rol de su bra­zo arma­do ocul­to. La ex

trema derecha orga­nizó en varias oca­siones pogro­mos y masacres de alevíes (Marache 1978, Çorum 1980) mien­tras orga­ni­za­ciones islamis­tas vio­len­tas inti­m­i­da­ban y asesin­a­ban (Sivas 1993). Quienes rep­re­sen­tan un estor­bo para el Esta­do o la con­cep­ción de la nación son elim­i­na­dos (Uğur Mum­cu 1992, Hrant Dink 2007 y miles de per­sonas a lo largo de los últi­mos cin­cuen­ta años).

Tan­ta cru­el­dad, con­stante y expandi­da a todo el país aca­ba a la larga por embrute­cer a la sociedad. Las tra­mas provo­cadas por la vio­len­cia estatal hacen que deriv­en – tan­to en el caso de los ver­du­gos como en el de las víc­ti­mas- en vio­len­cias sociales, domes­ti­cas, privadas.

En resumen, en Turquía gob­ier­na de man­era con­stante aque­l­lo que el his­to­ri­ador Achille Mbe­m­be llamó el “afán con­duc­tor”, “ese movimien­to a través del cual el suje­to, obnu­bi­la­do por un fan­tas­ma sin­gu­lar (de omnipo­ten­cia, ablación, destruc­ción, per­se­cu­ción) bus­ca por un lado encer­rarse en sí mis­mo, con la esper­an­za de ase­gu­rar su seguri­dad frente al peli­gro exte­ri­or y por otro desea des­cubrirse y afrontar los moli­nos de vien­to imag­i­nar­ios que lo tienen enclaustra­do”.


Traducido por Maite

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