Imaginemos por un instante, junio de 1937, una estructura cultural que estuviese dispuesta a exponer el Gernika de Picasso en París, pero esquivando ante todo mencionar la situación española.
Ese lienzo monumental encarnaba una denuncia comprometida al bombardeo que acababa de tener lugar en la villa de Gernika, ordenado por el bando nacionalista español y ejecutado por las tropas nazis alemanas y los fascistas italianos, durante la guerra civil.
En París el gobierno de Blum había ya abdicado por culpa de las presiones.
¿Qué habría podido hacer una estructura cultural parisina si le hubiesen propuesto exponer el Gernika de Picasso?
Habría consultado a sus superiores.
O tal vez, en un arrebato por decidir por sí misma, conquistada por la belleza y la fuerza de la obra, habría buscado minimizar el alcance político para fijarla en la pared, transformada en una “obra maestra del arte contemporáneo.”
Estamos en 1937, Picasso es un pintor de renombre, si le han hecho el encargo es precisamente por esta razón.
Pero el gobierno del frente popular ha decidido hacerse el muerto con respecto a la guerra civil española.
Así que la estructura cultural está jodida. Exponer el Gernika y hablar de la revolución española significa arriesgarse a tener que dar explicaciones o ver cómo se cierran las puertas de los proveedores de subvenciones.
Entonces, en un arranque de inspiración, escudriña la manera de exponer la obra, ya sea para debatir sobre tauromaquia o montando una mesa redonda con los detractores de las corridas; la indispensable libre expresión contradictoria…Consideran incluso la idea de traer a un picador alemán…
Silencio, ¡estamos exponiendo!
No, estoy de coña…
Sucede que he tenido una pesadilla. Me veía negociar la muestra de las obras de Zehra Doğan con una estructura cultural parisina. Y sigo intentando comprender cómo puede un sueño irse al garete de esta manera…
Traducido por Maité
Exposer Guernica sans faire de bruit Cliquez pour lire
Exhibiting Guernica without making a sound Click to read